Praga, es hora

Praga, es hora,

piernas pesadas brutalizan,

arrastran al desnivel.

No he estado en la verde y

aterciopelada primavera.

Europa en blanco

suelta ráfagas de archivo

tras oreadas golondrinas.

Nací en el Dominio

de Espinas y cansa

el resplandor impuesto,

la ceguera.

La notoria propaganda

celebra cooperativa

de entendimiento,

absorbe fuente

donde abrogan burros y yeguas.

Embarcaría hacia la luz,

pero escupo vitrales

sobre mesa de fraile,

-inadecuado sujeto

en medio de cosa grande-

místicas traducciones

oficializan al dedillo

cierto pacto inquebrantable.

Bajo mundo agradece

a la puerca junto al muro

que reza por sancocho.

Siempre puercos y muros

camino a la abadía,

muro de lamentaciones,

muro de fornicaciones rápidas,

semen y agua bendita

recubren el musgo.

Muro de Berlín,

muro de isla,

cemento armado,

no Babel, no inglés,

no francés,

no japonés, no italiano

-aunque sirven

en la cama y dejan pasta.

Muro en piedra

que delimita al vecino

del aguacatero de mi madre,

en medio de la calle

un mojón

a escasos cincuenta centímetros del suelo,

marca Km101.

Cierra la infancia.         

Santones polifacéticos

aconsejan: ‘engaña,

miente intenciones,

entra en marcha atrás,

finaliza epopeya”,

mas el barco sobrecarga

de oscura niebla,

atraviesa mares,

mares, mares hasta arrecife

y Social Futuro

de muerte

con aparatoso sacrificio.

Mas no acepto desgarrones,

cualquier doctrina que espera purificación

cae en purgatorio sin gloria

-para colmo, acabé

la lata de leche condensada-

Caduca mi territorio,

navego lisiada,

conmocionada por tormentas.

En Matanzas perdí

el corazón en la ensenada,

confundí isla con banquisa,

luego extravié la cuchilla

corta nudos

marineros.

Al garete, obsoleta

bajo lluvia de odios,

cada año en pausa,

aunque mueran inquisidores,

no escampa

no abren la aduana.

Del cuaderno LIBERA NOS A MALO, 2018