DONDE TODO SE DETIENE

En mi interior,
hay algo que me agita de un lado a otro.

Es mi manía de poeta que quiere inmunizarse,
en un intento de acometer los entornos
sin perder de vista aquello que llamamos
“los días felices”.

El destino,
que no me quiere asir a su órbita,
me deja tirado en una estación de la memoria.

La maldita realidad
no consigue la sanación de los hechos
que están asediando el corazón
para seguir viviendo.

Herido por la rueda del tiempo,
reboto en los acontecimientos
que están más allá de la razón pura.

Agónico,
pensante,
vacilante,
observo mi entorno
de respuestas automáticas y correctas
que alienan el existir.

Una seña,
que está por abrir
el espacio infinito de la muerte,
avista el principio del fin,
donde la vida es un anacronismo
que dispersa el viento estelar.