Escupí un lamento tan leve que nadie lo oyó,
tan espinoso y doloroso que agonizaba en silencio,
sintiendo cómo me desgarraba por dentro,
hasta que me enseñaste que hasta las espinas
pueden florecer… pueden querer.
Y por un momento,
las tortuosas espinas me dieron un respiro.
Pero luego, llegó otra forma de dolor,
una rutina vacía, sin novedades,
que se repetía sin sentido.
Y aunque dentro de mí había algo que no entendía,
esperé… como quien espera algo
que no termina de llegar.
Esperaba el instante en que te aparecieras,
como lo hacen los sueños,
donde incluso lo eterno sabe desaparecer.
Ven… quiero oír tu voz,
por última vez,
desearía intentar descifrarte
en esta oscuridad confusa.
como la luna llena luminiscente,
me hechizaste en tu fase brillante.
Tu cariño no se me pierde…
Hoy estás aquí,
igual que la noche anterior,
como un eco persistente:
por el día, eres una sombra,
por la noche, aún habitas mis silencios.
Quizás estés a años luz,
pero aún percibo tu rastro,
un destello detenido en el tiempo.
Ese recuerdo me persigue,
aunque ya no eres tú…
solo lo que fuiste.
Tu imagen va y viene,
como flores moradas que se desvanecen.
Intento alcanzarte,
y te desvaneces.
Deseo volver al instante en que te conocí,
te soñaré durante siglos y siglos,
dame dicha y fortuna de amarte otra vez,
aunque solo sea en el silencio.
Desde aquí… te estaré viendo brillar.
Vuelve el dolor que oprime mi pecho,
las viejas espinas cobran vida
y crecen sin control.
Te busqué para calmar mi dolor con tu presencia,
pero no estabas.
Tu ausencia pesa más que tu presencia.
Entonces, puedes reducir lo que fuimos a un renglón,
puedes arrancarme el corazón del pecho
y silenciar mi voz
hasta volverla un murmullo
que nadie escuche.
Acaríciame con la navaja de tu indiferencia,
como si acariciaras una flor.
Rosa el veneno que brota de mi herida.
Hay un encanto en tu sonrisa que me invita a perderme…
Y sin embargo, me asfixio en esta soledad encarnada.
Es la primera vez que te recuerdo
sin cariño…
sin afecto.
Te estoy borrando.
Ya no puedo esperarte.
He decidido que mi vida debe continuar.
Y aunque duela, sé que algunas espinas
solo florecen cuando dejamos de tocarlas.
Ya no hay refugio para ti en mi mente,
ni espacio en mi vida.
Me estoy quemando junto a tu recuerdo.
Esta agonía me endureció.
Me obligó a olvidar tanto,
que ya no sé cómo se sentía el calor reconfortante
del afecto sincero.
Olvidé cómo se siente aferrarse,
olvidé cómo se nombran los silencios,
olvidé tanto…
solo para enterrar el hielo en tu mirada.
Me dolió más lo que callaste
que cualquier herida dicha en voz alta.
Cuanto más te intentaba soltar,
más hondas se volvían tus raíces en mí.
Aún estás escondida,
revelándote en breves destellos
de una inocencia lejana
y una belleza… imposible de descifrar.
Pero ya no me detengo.
Al final, decidí soltar.
Decidí quererte desde lejos,
enojarme contigo,
y alegrarme por tus triunfos,
sin que me duelan.
Porque aprendí que incluso el dolor,
si se enfrenta,
deja brotar espinas que florecen.
Como toda historia,
esto también tiene un fin.
Y aunque tú no lo sepas,
yo ya me fui.
-
Autor:
Glass (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 28 de julio de 2025 a las 22:36
- Comentario del autor sobre el poema: El poema es una de las maneras de superar algo que debiste soltar hace mucho tiempo, por que eso evita que sigas avanzando.
- Categoría: Perdón
- Lecturas: 15
- Usuarios favoritos de este poema: Roberto D. Yoro, Tommy Duque, ElidethAbreu, El Hombre de la Rosa
Comentarios1
Geniales estrofas has escrito para deleite de la poesía
Recibe un abrazo de Críspulo
El Hombre de la Rosa
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.