Hoy he tenido invitados, e invitadas, en casa, para un almuerzo. Me gusta cocinar para mis amigos.
Pensé en qué preparar y se me ocurrió, claro, unas doradas al horno encebolladas y con patatas. Craso error. Me fui a la lonja; a ver, del natural me gusta embozarme, es decir, cubrirme de neopreno y tirarme a los abismos, con un arpón y seleccionar mi presa, pero no era el día. Así que seleccioné cuatro pescados frescos. Pesca de orilla, que se llama.
Cuando puse la mesa, yo tan orgulloso, me dice una de las invitadas que, oh! Es que eso tiene cabeza, y cola y mira los ojitos… ya, sí, estaba vivo antes de pasar por el horno. Lógico. Lo devolví a la cocina, le saqué los lomos, lo devolví a la mesa, pero ya no fue lo mismo. Así que, como buen anfitrión le dije que le preparaba otra cosa, y le ofrecí una tortilla francesa sin explicarle que un huevo es un embrión potencial gallo o gallina, o más que sea pollo. Se lo comió encantada.
Cuando voy de pesca, siempre ando mirando cualquier sombra. Con unos peces sangrantes atados a la cintura no es difícil que aparezca un tiburón. Si es pequeño no pasa nada, pero si es mediano o grande, es para preocuparse. Me come por las patas.
Así que la próxima vez voy a llevarme un tutorial para enseñarle a los tiburones a no ser malos. Que sean veganos, ecológicos y resilientes. Seguro que el mundo sería un lugar mucho más amable.
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Autor:
liocardo (
Offline)
- Publicado: 26 de julio de 2025 a las 15:08
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 25
- Usuarios favoritos de este poema: Tommy Duque, EmilianoDR, alicia perez hernandez, MISHA lg, Mauro Enrique Lopez Z., Nelaery, Josué Jaldin
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