--+ EN LA CIUDAD +--

Carlos Baldelomar

Salgo a caminar,

porque no sé qué más hacer con este cansancio.

A veces me da por errar,

como si en cada esquina pudiera soltar un nudo,

una rabia,

una cuerda enredada del cuello.

 

Caminar me da ese espejismo de libertad.

Sentirme menos preso,

aunque igual de jodido.

Con suerte me alcanza para un pan

y para imaginarme que otro día puede ser distinto, al menos un pan dulce.

Pero es mentira.

La ciudad siempre te cobra.

 

Escucho las sirenas,

los gritos,

los rezos tristes de la gente.

Hay algo podrido en el aire,

algo que no se dice,

pero que todos llevamos colgando del cuello.

 

A veces me botan mi maltrecha voluntad.

Estas alas no vuelan,

ni para caer sirven.

Son un vestigio triste, un apéndice que solo nos sirve para reventar.

 

Envidio a los sordos,

que no escuchan tanta mierda.

Y a los ciegos,

que no tienen que ver tanta miseria.

Ahora entiendo la paz de los muertos.

¡Qué envidia!

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