EL MAR Y LA BRISA

dulcebrisa

Dicen los antiguos pescadores —los que ya no salen al mar, pero aún escuchan su voz— que hay una historia que solo pueden contar las olas. Una historia de amor que no nació entre humanos, sino entre dos elementos eternos: el Mar y la Brisa.
Hace siglos, cuando el mundo aún era joven y los dioses se hablaban con libertad, la Brisa nació como un suspiro del cielo. Era ligera, libre, y viajaba sin ataduras entre montañas, campos y ciudades. Curiosa y juguetona, a veces traviesa, a veces silenciosa, nadie podía retenerla porque su alma era aire y movimiento.
El Mar, en cambio, era antiguo, profundo y sabio. Lo contenía todo: la calma, la furia, los secretos de la tierra sumergida. Desde su inmensidad, observaba en silencio cada rincón del mundo. Y aunque todos lo temían o lo admiraban, él solo tenía ojos para una: la Brisa.
Cada tarde, ella llegaba sin avisos ni promesas. Se posaba sobre su piel salada, lo acariciaba, hacía temblar sus aguas en suaves olas. Jugaba en sus orillas, silbaba entre su espuma y se marchaba con la noche, libre como siempre, dejando al Mar anhelando su regreso.
Una tarde, el Mar decidió romper su silencio.
—Brisa —susurró con sus olas que besaban la orilla—, ¿por qué no te quedas? Aquí, conmigo, donde no sopla el viento sino solo mi corazón.
La Brisa giró entre los aires y bajó a rozar sus aguas.
—Mar, querido, —dijo con voz suave como el murmullo de las hojas—, ¿cómo podría quedarme? Fui creada para volar, para recorrer el mundo sin cadenas.
El Mar suspiró y sus olas se hicieron lentas y profundas.
—Pero yo te amo en la quietud y en el movimiento, en el vaivén de mis olas y en tu vuelo sin fin. Solo quiero ser tu refugio, aunque sea por un momento.
Ella sonrió con un destello de luz.
—Y yo te amo, Mar, con el viento que me lleva y el aire que me sostiene. No puedo quedarme, pero siempre volveré. Siempre.
Pasaron las estaciones y el mar esperaba cada tarde. La Brisa llegaba a distintas horas, a veces cantando, a veces callada, pero siempre con el mismo amor invisible que envolvía el agua y el aire.
Una noche, cuando la luna llena bañaba todo con su luz plateada, el Mar le dijo:
—Quizás no podemos estar juntos como soñamos, pero mientras existan estos momentos, este amor será más fuerte que la distancia.
La Brisa, arremolinándose en un baile de libertad, respondió:
—Porque el amor verdadero no encadena ni aprisiona, sino que da alas y profundidad. Y mientras el mundo gire, yo regresaré a ti.
Desde entonces, el Mar y la Brisa mantienen su eterno abrazo invisible. Y si alguna vez caminas junto al mar al anochecer y sientes una brisa tibia que te envuelve sin razón, no estás solo. Estás caminando entre amantes que se buscan desde el principio del mundo, con la esperanza de que el amor libre puede vencer cualquier distancia.
Y el Mar, en su inmensidad, guarda la promesa de que mientras la Brisa vuelva, siempre habrá esperanza de un amor que, aunque imposible de tocar, es eterno

                                                                                                                                       (Dulce Brisa)

  • Autor: dulcebrisa (Offline Offline)
  • Publicado: 24 de julio de 2025 a las 14:52
  • Comentario del autor sobre el poema: Antes de que pudiéramos nombrar o comprender, la vida ya se movía en su eterno misterio. El mar, paciente y profundo, guarda secretos que ni el tiempo puede borrar, mientras la brisa, libre y errante, acaricia el mundo con suavidad y sin prisa. Así, nuestras almas también esperan y danzan, sin certezas, pero con la belleza de lo infinito por descubrir.
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 12
  • Usuarios favoritos de este poema: Lualpri, MISHA lg, Mauro Enrique Lopez Z., Josué Jaldin, JUSTO ALDÚ, alicia perez hernandez, El Hombre de la Rosa
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