Con los fragmentos de esperas
en la dársena del puerto,
fabrico un barco sin velas
y floto haciéndome el muerto.
Con los trozos de botella,
después de la botadura,
hago un puzle de las huellas
que dejó el tiempo que dura.
Con los rescoldos del fuego
que va dejando mi ausencia,
hago cubitos de hielo
(en justa correspondencia).
Con la brisa que me toca
cuando ya no estoy al mando,
oigo decir en tu boca:
las letras se van volando.
No sé por donde empezar.
Bueno, sí, por el principio.
A ver si el reloj me da
cuartel para tanto ripio.
Me encuentro en una ciudad
bañada por el Adriático
con canales enigmáticos.
Góndolas vienen y van
por su alto nivel freático.
Y ahora, dicho lo cuac,
como diría algún pato,
vamos ya a los pragmático
sin tanto dar "el coñac"
al ilustre personal
y tanto tres pies al gato.
Desde fuera de mi feudo
contesto con un abrazo
a las píldoras y pseudos,
que más bien son pildorazos
pitándome en los adeudos.
Voy a pedirle prestado
a don Prudencio su nombre
para ser un nuevo hombre
más humilde y reservado.
No hablaré más sobre amores
ni de relaciones nuevas
que den lugar a rumores.
Hablaré de las amebas,
de la lluvia, de las flores,
de limerencias, fulgores,
del níveo blanco si nieva,
de oropeles, de arreboles,
de jazmines y amapolas...
¡Cuán beldad y cómo mola!
Ni hablar de las italianas,
solo lo haré de italianos
(qué guapos los venecianos),
ni mu de las venecianas.
Pero con estos fulanos
no se me encienden las ganas.
Aunque, pensándolo bien,
lo mismo me hago lesbiano
y me olvido del harén
cambiando lo que fumé
por un buen purito habano.
¿Y si me hiciera cosquilla?
(dicen que con mantequilla...).
Por favor, qué estoy diciendo;
¡me arrepiento, me arrepiento!,
voy a rezar de rodillas
por tal pensamiento insano,
porque todo buen cristiano
pone la otra mejilla,
¡pero jamás pone el ano!
Por cierto, hablando de flores,
es verdad, tengo un florero
bien escaso de colores,
pero me llena de orgullo
rellenarlo todo entero
con un único capullo;
eso sí, erguido, enhiesto
y a la vez un poco ajado,
presumiendo aquí, en su tiesto,
de tanto haberlo regado.
Me despido ya esperando
haber estado a la altura
de quien supera estatura
a este uno ochenta y tanto.
Cuando ya no queda nada
y suena el toque de queda,
te queda la retirada
e ir recogiendo velas;
te queda el viento de cola,
te queda la última puerta,
te queda una caracola
y, a la deriva, una incierta
pregunta que nunca acaba
porque nunca te contesta.
¿A dónde se irán las letras
y, con ellas, las palabras?
Algunas quedan en tierra,
las demás zarpan distancias,
otras se quedan tan anchas
y las hay que echan el ancla.
Se acabó lo que se daba:
se queda lo que se queda,
se marcha lo que se marcha.
Me gustan las despedidas
sin lágrimas de pañuelos,
sin lamerse las heridas,
ni lamentos ni consuelo.
Prefiero que no me digas
que guardarás luto luego;
lo cambio por dos mentiras
sacadas a ras del suelo.
Inicio ya mi partida
con el verso que te debo.
Levanta la vista y mira
cómo levanto ya el vuelo.
Lo que sobra en el tintero
lo destino y lo reservo
para poner un te quiero
(abajo, margen izquierdo),
donde ponen los poetas
más que letra, sentimiento,
y más corazón que letras.
Y yo sin tinta, lo siento.
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Autor:
Franjablanca (
Offline)
- Publicado: 24 de julio de 2025 a las 09:03
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 19
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z., Willie Moreno, FRANCISCO CARRILLO, alicia perez hernandez, Francisco Javier G. Aguado 😉, Pilar Luna
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