Solitud en ámbar.

El Cronista sin puerto

Se extingue el día sin consuelo,
un último fulgor titila,
la brisa arde, pero vacila,
el cielo es cárcel de terciopelo.

Los rostros huyen por rutina,
la sombra aprende su lenguaje,
y el alma, en su dorado viaje,
se desdibuja en la neblina.

No hay manos, voz ni calendario,
solo una luz que se retira,
una promesa que no gira,
y un yo sin nadie, necesario.

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