En la obscuridad leve de aquella noche,
cuando la luna se asomaba temblorosa,
tu voz resonó como un eco amargo,
y el silencio abrazó lo que quedó de ti.
Las sombras danzaban en la acera fría,
mis pasos temblaban, perdidos en la vía,
cada rincón guardaba un susurro,
de promesas rotas, de sueños oscuros.
Cuando me dejaste, el mundo se detuvo,
y mis latidos cesaron, fuera de su rumbo,
las estrellas lloraron, su luz se apagó,
y en el vasto cielo, tu ausencia gritó.
Las mañanas se tornaron en dulces recuerdos,
los cafés, sombras de risas y enredos,
busco en el viento tu risa tan clara,
pero solo encuentro con que ya no estás.
Te llevo guardada en el fondo del pecho,
como un secreto ardiente, un lamento deshecho,
y aunque el tiempo avance y el dolor se disuelva,
la huella que dejaste, en mi alma se queda.
Cuando me dejaste, un adiós no fue,
fue un océano de lágrimas, un laberinto sin fe,
pero entre las ruinas, renace la esperanza,
de que un nuevo amanecer alcanzaré por fin.
Quizás un día, en un rincón lejano,
nuestras almas se encuentren, como mar y verano,
y recordemos juntos, sin penas ni miedos,
que el amor que se fue, alguna vez fue sincero.
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Autor:
Arvela (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 21 de julio de 2025 a las 15:38
- Comentario del autor sobre el poema: @DR LLDEGC
- Categoría: Amor
- Lecturas: 9
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z., EmilianoDR
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