Huelen a lluvia los nombres extranjeros,
sus pasos saben a pan recién cortado,
traen mapas rotos, llantos viajeros,
y el alma arde en un idioma silenciado,
como una carta escrita entre agujeros.
Van cruzando fronteras como espejos,
con la voz hecha polvo y despedida,
la patria duerme en tristes aparejos,
y el miedo anida en cada despedida,
como un dios sordo a súplicas y quejos.
Las ciudades los miran con sospecha,
el pan les niega su calor antiguo,
y el suelo, que prometía, se despecha,
hay miradas que implican lo ambiguo,
y palabras que arden como brecha.
La piel que no encaja con el paisaje
es signo de batalla y diferencia,
y su acento, que canta sin lenguaje,
es tratado con burda indiferencia,
como si el alma pesara equipaje.
Pero al caer la noche sobre el viento,
cuando el odio se duerme entre faroles,
una madre susurra otro lamento,
y una niña dibuja nuevos soles
sobre un muro que tiembla en movimiento.
JUSTO ALDÚ / Derechos reservados 2025,
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Autor:
JUSTO ALDÚ (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 15 de julio de 2025 a las 07:10
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 6
- Usuarios favoritos de este poema: Francisco Javier G. Aguado 😉, Tommy Duque
Comentarios1
Precioso, precioso.
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