Esa particular vulnerabilidad que nos envuelve cuando el avión comienza a rodar por la pista nos impulsa, casi sin pensarlo, a buscar en nuestra lista de contactos a unas contadas personas para escribirles un “te amo”.
Es como si nuestra alma, ante lo incierto, hiciera un breve repaso para recordarnos quiénes son, en verdad, el pilar fundamental de nuestras vidas.
Y no importa si el vuelo dura veinte minutos o muchas horas, la necesidad de aferrarnos a nuestros seres amados siempre será la misma.
Al aterrizar, como un acto sagrado, volvemos a usar el celular para escribir un “ya llegué”, con el único propósito de aliviar la preocupación de quienes siempre desean lo mejor para nosotros.
Esto nos invita a vivir cada día como un pequeño despegue y un suave aterrizaje: sin dejar palabras por decir, sin guardarnos los abrazos que debemos dar, sin omitir lo importantes que son en nuestras vidas, sin postergar un perdón y sin dejar de agradecerles por siempre estar.
Porque en medio de la rutina y la prisa, a veces olvidamos que tenemos varios amores que siguen esperando esas pequeñas señales que jamás deberíamos dejar de enviar.
Laura Meyer
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Autor:
Laura Meyer (
Offline)
- Publicado: 14 de julio de 2025 a las 16:37
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 3
- Usuarios favoritos de este poema: Polvora, alicia perez hernandez
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