HÉROE DEL DESIERTO

HÉROE DEL DESIERTO

I

¡Salve, oh cactus, centinela erguido!

Señor de soledades abrasadas,

con brazos al sol, y tronco endurecido,

¡triunfas donde las fuentes son negadas!

Ni llanto imploras, ni sombra reclamas,

pues en tu carne guardas el rocío,

tus hojas se volvieron duras llamas,

y aún así das frescor en el vacío.

II

Tu piel, escudo de sabia estrategia,

es muro ante el calor y la sequía,

cada espina es lanza, defensa egregia,

que ahuyenta al sediento que desafía.

Tus raíces, como redes sagradas,

buscan la gota en hondura escondida,

y al hallarla, con fuerza reservada,

la encierras en tu savia bendecida.

III

¡Oh, sabio del árido infinito!,

¡profeta verde en suelos castigados!,

ni la muerte te doblega el rito,

ni los soles te dejan quebrantado.

Donas alimento, ungüento y medicina,

mil remedios de tu entraña brotan,

y aun en el hambre cruel que todo mina,

tu fruto y flor la vida reconfortan.

IV

¡Cuántos hombres en marchas sin abrigo,

hallaron en tu seno fiel sustento!

¡Cuántos pueblos, contigo por testigo,

vivieron de tu sabia y tu fermento!

Tu leche sana heridas silenciosas,

tu pulpa quita sed, cura intestino,

y en tu flor, tan sutil y tan hermosa,

el alma halla color en su camino.

V

Ejemplo eres del fuerte silencioso,

que no grita su hazaña ni su herida;

sobrevive, se adapta, y sigiloso,

revela que en lo austero hay nueva vida.

¡Oh cactus, monumento de coraje!

¡Arquitecto del agua en tierra impía!

Tu existencia es poema y es mensaje:

que la dureza también da poesía.

VI

Así cantamos tu estoica presencia,

¡oh cactus, paladín de lo imposible!,

y en tu lucha, hallamos la conciencia

de que el vivir austero es invencible.

Que se incline el laurel ante tu historia,

y se inscriba en las piedras tu memoria,

porque en el fuego seco de la arena,

tú eres la esperanza que no se enajena.

Roberto D. Yoro

Julio 2025

Olanchito, Yoro, Honduras C.A.