Anoche, en la quietud de la noche, tuve una conversación profunda con Dios.
Nuestras palabras fluían como un río sereno, y sin darme cuenta, el tema de nuestra plática se centró en ti.
Fue entonces cuando Dios me reveló algo que iluminó mi entendimiento y me permitió ver muchas cosas con una claridad asombrosa.
Me habló de la Luna, de su majestuosidad y de la inquebrantable belleza que irradia en la oscuridad de la noche.
Me explicó cómo uno puede admirarla, contemplar su resplandor, e incluso enamorarse de ella cada noche,
convirtiéndose en su eterno enamorado, en su más fiel admirador.
Me permitió presenciar su nacimiento, cómo emerge de la penumbra de este mundo, rompiendo la oscuridad con su suave luz.
Ella es hermosa; sin embargo, inalcanzable para un ser humano.
A pesar de las tormentas y los desafíos que azotan la Tierra,
ella permanece firme, más hermosa que el día anterior.
Y si es necesario, se levanta de sus propias cenizas para seguir adelante,
iluminando el camino.
Sin embargo, en medio de esta descripción poética,
una revelación me golpeó con la fuerza de un rayo.
Dios continuó diciendo que, a pesar de toda esa admiración,
nunca podría ser más que su admirador, su eterno enamorado.
Fue en ese preciso instante cuando me di cuenta,
con una punzada en el corazón, que ya no estaba hablando de la Luna.
Estaba hablando de ti.
Una avalancha de emociones me inundó.
Se me hizo un nudo en la garganta,
impidiéndome pronunciar una sola palabra.
La revelación era tan poderosa,
tan abrumadora, que solo pude dar media vuelta y marcharme,
con el alma conmovida por la profundidad de lo que había escuchado.
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Autor:
Loco De Amor (Seudónimo) (
Online)
- Publicado: 11 de julio de 2025 a las 14:33
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 1
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