No alzan cetros, ni escudos, ni estandartes,
pero forjan la patria en la cocina,
bordando paz en medio de las partes,
con manos que a la vida dan su espina,
y un canto que en el lodo no comparte.
Igual tejen la luz en el naufragio,
con leche y fuego alumbran la tiniebla,
alzando el mundo en hombros sin resquicio,
y aunque el poder no beba de su niebla,
son trono en la tormenta y en el juicio.
La calle es su castillo sin bandera,
el barro su corona silenciosa,
la noche su batalla verdadera,
su amor no es melodía decorosa,
sino un tambor de guerra que no espera.
Nunca aparecen en los monumentos,
ni el bronce les cincela la victoria,
pero hay en sus pupilas firmamentos
que narran sin palabras otra historia:
un reino que resiste entre lamentos.
Y si no ves su gloria en los espejos,
es porque el mundo ignora su diadema,
quien por ellas se levanta va lejos,
sabe que no hay poder, ni ley, ni esquema,
que pese más que el surco de sus quejos.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025
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Autor:
JUSTO ALDÚ (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 10 de julio de 2025 a las 08:00
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 1
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