EN MEMORIA DE UN MENDIGO
Buenas tardes. No sé tu nombre. Nunca te lo pregunté, ni tú me lo dijiste.
Éramos dos desconocidos que se encontraron en la calle.
Fue una casualidad. Tú vivías junto a un museo de Bellas Artes en el parque más conocido de la ciudad, en compañía de otro señor.
Yo, por casualidad, acabé coincidiendo con vosotros en el mismo lugar, porque quedaba diariamente con una compañera para ir juntas a nuestro lugar de trabajo.
Desde el primer momento, hubo un buen entendimiento entre nosotros.
No hubo extrañeza entre personas desconocidas. Vosotros aceptasteis sin recelo mi compañía y, yo, la vuestra.
Enseguida empezamos a hablar.
Recuerdo que, un día, mientras estabas durmiendo en un banco del parque, tu compañero me dijo que pertenecías a una familia adinerada de la ciudad, pero, que tú no estabas de acuerdo con aquel tipo de vida, y que habías preferido otro modo de vida. Añadió que en esta vida elegida por ti te sentías mejor, más libre, lejos de las etiquetas sociales y de las ataduras que van unidas a éstas.
Yo no cuestioné tu elección, solamente la acepté, sin preguntas.
No me planteé si las razones que me había dado tu compañero eran las verdaderas, o eran otras.
Tú eras el dueño de tu vida y tú elegías tu camino.
Quién era yo para juzgar.
Continué hablando diariamente con vosotros el resto del tiempo que transcurrió hasta el final de curso.
Aprendí muchísimas historias que me contabais.
Erais como un libro abierto. Me abristeis los ojos para conocer un mundo de injusticias, de desigualdades, de hipocresías…
Comprendí que yo, dentro de mi comodidad, había vivido como en una burbuja y me replanteé mi modo de vida. Me hizo empatizar con personas que necesitaban apoyo y, sobre todo, respeto a su dignidad.
Fue una lección de vida, sin ninguna duda.
El curso académico acabó y no volví a veros.
Al cabo de un tiempo, oí en las noticias que habían encontrado muerto
a un mendigo, en el mismo lugar en donde, tiempo atrás, os conocí.
Fui a ese lugar y tampoco vi a tu compañero.
Deposité un
ramo de lirios azules, mis flores preferidas, en el banco junto al Museo, como recuerdo y en agradecimiento por vuestra compañía y lección de vida.
Sólo deseo que, allá donde estéis, hayáis encontrado la paz.
Muchísimas gracias por todo lo que me enseñasteis.
Nelaery
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Autor:
Nelaery (
Online)
- Publicado: 8 de julio de 2025 a las 13:11
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 11
- Usuarios favoritos de este poema: Lualpri, ElidethAbreu, **~EMYZAG~**, JUSTO ALDÚ
Comentarios4
Estimada Poeta....
Pese al trágico y triste final, ha sido una linda historia y muy real por cierto.
Gracias por compartirla.
Buen día.
Gracias a ti por leerla.
Fue una lección de vida.
Muchas gracias, poeta Lualpri.
Buen día para ti también.
Querida Nelaery.
Me sumo al homenaje a ese mendigo de tus letras, con un ramo de violetas a su recuerdo.
Abrazos y gracias.
Muchas gracias, Elideth.
Un abrazo grande.
Buen día.
En estas líneas late la ternura de un encuentro improbable y la dignidad silente de un alma libre. El mendigo, sin nombre ni epitafio, se convierte aquí en maestro de humanidad. La autora, como quien halla belleza entre las ruinas, recoge su lección con lirios azules en la mano y gratitud en el alma. Un testimonio sereno que desarma prejuicios y ennoblece la memoria.
Saludos amiga.
Gracias por tu comentario, poeta Justo.
Los he recordado siempre.
Saludos.
Una amistad incierta y nada convencional
grandes enseñanzas de la vida al aire libre
hermoso homenaje a una amistad incondicional
Belleza de letras
Con muco cariño
JAVIER
Muchas gracias por tu comentario, poeta Javier.
Desde luego, fue un encuentro poco convencional, pero aprendí mucho.
Un abrazo.
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