Micelio

CBR

Que no se intente hacer de una sola vida
el eco de los seres y sus mundos.
En cada cual, un pulso que respira,
y siente lo que aún puede sentirse,
crear, formar con su expresión más honda.

 

Errar está en el centro del proceso;
se cae, se cae más, y así se avanza.
Crear, aun fuera de lo que se impone,
aunque el sistema esté bajo los pies,
como raíz que late o que se niega.

 

Se empieza desde arriba, desde el viento,
de lo que da la tierra generosa,
bella a los ojos, fuente inagotable.
Pero también se canta desde el barro,
donde la raíz toma poder y forma.

 

Desde el lodo la savia se alimenta,
construye, se conecta y se sostiene.
Ese impulso, creo, se hace red,
como un cerebro vasto, subterráneo,
el micelio que siente y que transmite.

 

Lo frágil, lo esencial, lo que regresa.
Y aunque parezca un arte sin razón,
no es magia, es tiempo, vida en movimiento,
más vieja que nosotros, más que el Nombre,
más sabia que la mente que calcula.

 

Así también la voz que se construye,
no nace desde el mármol ni la cumbre,
sino desde lo oscuro, lo enterrado.
La luz está si buscas, se aparece,
pero hay que ir al fondo, sin temores.

 

Al impulso que habita cuerpo y carne,
a lo que nace aún sin tener sentido.
Y si se pule, brilla en su destello,
una idea que rompe la penumbra,
un poema que sirve a la palabra.

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