El Grito del Alma

Estoy cansada, muy cansada.
Me siento invisible, rota, y nadie lo nota.
Sonrío, sonrío, y nadie nota lo que pasa.
Aprendí a sonreír y a fingir que todo está bien.

Seguir con un nudo en la garganta
y los ojos llorosos.
Cabeza en alto,
espalda erguida, y a enfrentar el mundo.

A veces solo quiero que comprendan mis no ganas
y no me juzguen por mis decisiones,
que no me hagan sentir la mala de la historia,
y menos, compararme con alguien que no soy.

Estoy cansada de ser un trapo olvidado.
Estoy agotada de que siempre sea lo mismo
y nadie note lo que hay debajo.

Llorar en la oscuridad de mi habitación,
hecha un ovillo, se ha vuelto tradición.
Ser juzgada por lo que siento
y que no me comprendan.

Estoy cansada y nadie lo nota.
Estoy agotada de cargar cosas que no son mías.
Estoy rota y nadie lo ve.
Nadie ve todo lo que hago.

Me siento invisible.
Siento una carga que tomé y no era mía.
Nadie ve lo que cargo,
nadie ve lo que he hecho.

Pero me juzgan cuando digo que no quiero, o que no tengo ganas.
Me comparan,
y siento que me vuelvo la mala de la historia.

Pero nadie nota las veces que yo estuve ahí,
y nadie estuvo para mí.
Y me pregunto: ¿está mal no tener ganas?
¿Realmente me hace la mala?

¿Por qué me hacen sentir así?
Me hacen sentir mal,
me hacen llorar y replantearme decisiones...
Decisiones tomadas con fundamentos.

Fundamentos que, no importa cuánto explique,
nadie entiende.
Y quien llora no es quien causa daño,
es quien lo recibe.

Aunque uno no quiera,
siempre, en soledad, llorando termino.

Y siento que ha sido un día largo,
un día largo emocionalmente,
cuando tendría que haber sido un día feliz...
porque una vuelta al sol he dado.

Pero en estos momentos, no me siento así.