Las infidelidades son rituales
de un teatro sin escenario:
mismo drama, nuevas máscaras,
los aplausos vienen del eco interno del autoengaño.
Ella,
maestra del castigo sutil,
retira el amor como quien niega el aire,
su indiferencia es una cuerda de seda
atada al cuello del otro.
Yo la vi mirarse al espejo
como si su reflejo le debiera fidelidad.
En su mundo,
el sexo no es entrega,
es cálculo:
placer medido en cifras,
éxito en el número de miradas rendidas.
Los hombres,
derrumbándose detrás de sonrisas de catálogo,
juran amor con la misma boca
que lame el cuerpo de otra a medianoche.
La mentira,
esa alquimia pobre,
degrada la carne más que el tiempo.
Uno se pudre por dentro
de tanto silenciarse.
Nos vendieron la libertad
como un cuerpo sin historia,
como si autonomía fuera
la capacidad de fingir sin culpa.
En la ciudad,
los cuerpos se exhiben como trofeos mutilados
y nadie habla del hambre detrás de los ojos.
El deseo se ha vuelto un zapping emocional,
una danza de espectros
sin raíz ni rito.
Yo también me acosté con el silencio,
también fui altar del vacío.
Me tragué la culpa con saliva ajena,
y aun así busqué sentido
en el tacto que no prometía nada.
Ahora entiendo:
el amor no muere,
lo matamos de repetición.
Lo degollamos en camas sin nombre,
en excusas de empoderamiento hueco,
en promesas que no resistieron
ni el primer mensaje visto sin respuesta.
Y entre ruinas modernas —hostales, terrazas, moteles—
queda el eco de un "te amo"
que nadie quiso decir de verdad.
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Autor:
Milber Fuentes (
Offline)
- Publicado: 5 de julio de 2025 a las 20:38
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 10
- Usuarios favoritos de este poema: Milber Fuentes, Pilar Luna, El Hombre de la Rosa, Mauro Enrique Lopez Z., alicia perez hernandez
Comentarios1
Generoso y preciado tu genial versar
Saludos de Críspulo
El Hombre de la Rosa
Gracias
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