En la fría noche—un suceso inevitable.
Cuartero de segunda.
Rosal atestigua lo impensable;
aquel que sangre y miedo desenfunda.
Aquel hombre temeroso,
lo miras a los ojos;
lacerantes sus sollozos.
Su piel, un marco rojo.
Una escena impecable,
la crueldad de un asesino.
Turno nocturno, sed insaciable.
Mas, piadoso fue, salvando su destino.
El latido de su pecho,
sí, latía y con fervor;
a un hombre muerto y deshecho.
Sonreía, victorioso y ganador.
Su crueldad era evidente,
a sangre fría lo mató.
acabó con un clemente,
pues fue él quien lo salvó.
Pues no era aquel asesino tan cruel,
acechando sus pasos, sonriente.
cumplió su palabra, un hombre fiel.
Víctima muerta, corazón latiente.
Mostró misericordia al matarlo,
era un cuchillo piedad.
Eso o que la vida decida azotarlo,
y castigarle mostrando la verdad.
Pues sí, nadie ve nada,
no ven la verdad, solo fundas.
Pues es ella como una espada,
sobre ella deciden manos inmundas.
Aquel asesino con piedad acabó una vida.
No fue cruel, en silencio, y compasión.
No mata por mal, mas sana heridas.
Un asesino que sí tiene…
Un corazón.
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Autor:
SGGP (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 3 de julio de 2025 a las 23:43
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 11
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
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