Abisal: La realidad de un mundo que se ignora a sí mismo para poder existir

Milber Fuentes

Siempre sometido a una realidad que no es real:

el escepticismo, la idea de libertad, la otredad.
Soy el oprobio del tiempo,
el residuo áspero de la existencia.

No son pocas las bajezas que he ido acumulando
y la vida —imperturbable— sigue.
En esta era puedo desmembrar a mi vecino
con pulcritud quirúrgica
y luego decir: no fui yo.

El karma: un romance perpetuo con la culpa,
una deuda ancestral con mi sombra.
Llega cada mes como una carta
y siempre la abro sin fondos.

Los engaños son portales,
líneas que se desvían del mundo visible.
Así nacen otros mundos,
torcidos por decisiones ínfimas.
Y como no puedo habitar mi vida,
construyo otra, menos cierta,
pero más soportable.

Cargo un peso desmesurado,
repartido con precisión
en cada gesto roto,
en cada fondo sin redención.

Este abismo ya es mi hábitat.
Convivo con los restos,
con lo que el mundo oculta
bajo sus aguas claras.

Yo, mientras tanto,
resido en la profundidad abisal,
donde la mentira se vuelve hogar
y lo real nunca vuelve a flotar.

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