Lo más duro de llevarnos un desengaño no es la herida que nos provoca al momento, ya dolororosa de por sí. Lo peor viene un tiempo después, cuando la herida comienza a cicatrizar y por fin detectamos la venda que nos cegaba e intentamos quitárnosla, porque descubrimos que se ha quedado pegada a la herida y si nos la quitamos de un tirón, aparte de estrellarnos contra el firmamento, y sentir una punzada dolorosamente indescriptible, la costra de la propia herida se puede quedar adherida a la venda y comprobaremos, bajo el desconsuelo más absoluto, que la herida comienza a sangrar de nuevo.
Otra opción es intentar quitarnos la venda despacio, lo cual tampoco es demasiado recomendable, porque aunque de este modo podamos salvar la costra, en lugar del firmamento, veremos pasar frente a nosotros un desfile interminable de constelaciones al que no le veremos fin.
En este tipo de situaciones, los expertos recomiendan humedecer la venda con agua para poder despegarla de la herida más fácilmente, pero llegados a este punto, nos cuestionaremos si es posible encontrar agua cuando nos han dejado abandonados en medio del desierto.
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Autor:
Trastornado MC (
Offline)
- Publicado: 28 de junio de 2025 a las 01:19
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 30
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, Ana Blanes, JUSTO ALDÚ, Nelaery, Mauro Enrique Lopez Z.
Comentarios1
Muy bello y hermoso tu genial versar estimado poeta y amigo
Saludos desde Torrelavega España
El Hombreb de la Rosa
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