Pesadumbre….

Luis Barreda Morán

Pesadumbre….

Vivir es sentir la luz del día,  
reír con fuerza, tener alegría,  
luchar por sueños, correr tras anhelos,  
saborear la vida con sus desvelos.

Pero hay otra forma de estar en el mundo,  
vacía y silente, sin rumbo profundo:  
solo respirar, comer o dormir,  
y tras la ventana, ver el tiempo huir.

Esperar... ¿pero qué? No llega la esperanza,  
pasan los días sin ninguna bonanza.  
Sin metas, sin fuego, sin estación clara,  
el alma se apaga, la noche se ampara.

Es morir en vida, hora tras hora,  
como una sombra que el mundo ignora.  
El tiempo se para, el horizonte se apaga,  
el mar se queda sin olas que vagan.

Las estrellas se borran, no hay viento ni canto,  
un corazón muerto sufre quebranto.  
Pesadumbre pesada, tristeza guerrera,  
silencio que duele en la noche entera.

Soledad que habita con penas oscuras,  
mesa vacía, roturas impuras.  
La mente no para, los montes dan vueltas,  
flores marchitas, aves sueltas  
que cantan dolores de un mundo sin color,  
sin aroma ni vida, sin calor.

Cesó la batalla, todo es quietud,  
no hay pájaros, monstruos, ni juventud.  
La mente enmudece, el espíritu grita,  
llega la paz fría, la tierra marchita.

Nadie responde, vivo sin ganas,  
arrastrando penas, pesadas hermanas.  
Este pesar rueda como una montaña,  
lleno de espinas, de hiel y de saña.

Es un miedo antiguo a lo que no entiendo,  
un barro pesado que el alma defiendo.  
Incertidumbre amarga, sentirse perdido,  
en un mundo frío, duro, dormido.

Me tatúa el alma con agujas finas,  
pensando en ausencias, en nieblas vecinas.  
Este pesar tiembla en la cuerda floja,  
sin red que lo salve, su sombra recoja.

Siento que el tiempo se va sin destino,  
y en su luz lejana busco un camino.  
Quisiera volar como un ave veloz,  
llevar tu recuerdo como una atroz  
marca en el pecho, un suspiro eterno,  
un polvo de estrellas en el invierno.

Veo tu sombra que se aleja y se lleva  
las penas más hondas, la antigua prueba.  
Caminé tus huellas, seguí tu camino,  
entre sombras largas, sin ningún destino.

Me consumo esperando en soledad honda,  
como flor que se agosta bajo la redonda  
luz de un sol indiferente y lejano.  
¡Ay de quien caiga en ese pantano  
del olvido oscuro, la cueva sin nombre,  
donde el alma encierra su triste horizonte!

Te busco en la gente, en el ruido callejero,  
pero todo es en vano, mi ser es un cuero  
vacío y gastado. Solo, siempre solo,  
con esta pregunta que el pecho acaparo:  
¿Dónde estás ahora? ¿Cuándo volverás?  
Espero todo el día... y tú no llegarás.

Me duermo cansado, con la misma duda,  
mi amor, en la almohada fría y desnuda.  
Haces falta aquí, junto a mi costado,  
en este silencio desesperado.

Estas palabras giran, un círculo eterno,  
como moscas negras en mi invierno interno.  
Estoy desgastado, mis huesos son peso,  
todo es pesadumbre, un largo suceso  
de espera infinita y dolor callado...  
¿Será que la vida me ha abandonado?  
¿O acaso la muerte tarda en pasar?  
Mientras, en la sombra, sigo al esperar  
que algo cambie el rumbo, que algo nuevo nazca,  
que el sol de la espera por fin renazca  
y rompa este círculo de angustia y quietud,  
dando un nuevo sentido a mi fría juventud.  
Porque vivir sin sueños es no vivir jamás,  
es solo existir... ¿y acaso no sobra  
este respirar si el alma está rota?  
La pesadumbre es carga, cruz que llevo en mí,  
pero aún respiro... ¿y si la vida vuelve a empezar en mí?

—Luis Barreda/LAB

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