En un mundo de ensueño, más allá de las estrellas y el tiempo, tú y yo compartimos la existencia. Nuestro hogar, una cabaña acogedora, se alza en la cima de una colina, ofreciendo vistas panorámicas de un valle donde los colores del atardecer pintan el cielo con tonos de naranja, rosa y púrpura. El aire puro del campo susurra historias antiguas, mientras el canto de los pájaros nos arrulla cada amanecer.
Cada tarde, bajo la luz dorada del sol que se despide, salimos a caminar. Nuestros pasos resuenan al unísono sobre el sendero de tierra, y nuestras manos se entrelazan con la familiaridad de años de amor compartido. A veces, nos detenemos junto al río que serpentea por el valle, observando cómo el agua fluye, impasible, llevando consigo los reflejos del cielo y las nubes. En otras ocasiones, nos adentramos en el bosque cercano, donde los árboles, centinelas silenciosos, parecen guardar nuestros secretos.
Cuando la luna asoma en el firmamento y las estrellas comienzan a titilar, volvemos a casa. Es entonces cuando tomo en mis manos el libro "Veinte poemas de amor y una canción desesperada" de Pablo Neruda. Me acomodo a tu lado, y con voz suave, te leo unos versos. Las palabras del poeta, cargadas de pasión y melancolía, se mezclan con el ritmo de tu respiración, hasta que, poco a poco, te quedas dormida entre mis brazos, tu cabeza apoyada en mi pecho, tu aliento cálido en mi cuello.
Cada mañana, te despierto de la misma manera, con una ternura que nunca se agota. Te colmo de besos, desde la punta de tus pies hasta la coronilla de tu cabeza, un ritual de amor que nos renueva. De repente, siento tus dedos acariciando suavemente mi espalda, una caricia que va más allá de las palabras, un lenguaje íntimo que solo nosotros entendemos. Lo que sigue después de esa caricia, es un secreto que guardamos para nosotros, un momento de pura conexión y pasión que trasciende lo dicho.
Antes de que el deber nos llame y tengamos que partir al trabajo, disfrutamos de una taza de café juntos. El aroma del café recién hecho se mezcla con el dulce perfume de las flores frescas que siempre adornan nuestra mesa. Conversamos sobre nuestros sueños y planes, sobre las pequeñas alegrías de la vida y los desafíos que afrontaremos. Es un momento de calma, un refugio antes de sumergirnos en el ajetreo del día.
A lo largo del día, mi pensamiento vuela hacia ti. Y para robarte una sonrisa, para recordarte mi amor, te mando flores a tu trabajo. Sé que cuando las recibas, tus ojos se iluminarán y una sonrisa se dibujará en tus labios, una sonrisa que es mi mayor recompensa.
El pueblito en el cual vivimos se llama "Del Rincón De Guanajuato". Es un lugar sacado de un cuento de hadas, con sus casas de colores vibrantes, sus calles empedradas y su plaza central, donde los niños juegan y los ancianos comparten historias bajo la sombra de los árboles. La gente aquí es cálida y acogedora, y siempre hay un festival o una celebración en el horizonte.
En nuestro hogar, el amor y la felicidad no son meras emociones, sino una presencia constante, un aire que respiramos. La paz y la armonía llenan cada rincón de nuestra casa, desde la chimenea donde crepita el fuego en las noches frías, hasta el jardín donde florecen las rosas en primavera. Es un santuario, un refugio donde nuestros corazones encuentran consuelo y donde nuestro amor florece sin límites.
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Autor:
Loco De Amor (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 24 de junio de 2025 a las 11:14
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 2
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