MUÑECA EN LA TRASTIENDA
Este relato está inspirado en un sueño que tuve en mi infancia.
La historia transcurre en una antigua tienda donde se venden antigüedades, juguetes…y otros artículos.
La protagonista es una muñeca de porcelana, vestida al estilo del siglo XIX.
Tiene una hermosa cabellera castaña, con rizos sobre la frente.
Acaban de traerla a la tienda, junto con otras muñecas como ella, y otros juguetes.
Inmediatamente, los tenderos les asignan un lugar en el escaparate.
La gente, desde fuera, se queda mirando la exposición.
Los niños observan ilusionados los juguetes e insisten a los mayores que les compren uno.
Así, poco a poco, muñecas y otros objetos van abandonando la tienda.
Todos, menos ella. No sabe el motivo de porqué es la única que se queda siempre allí.
Se pregunta adónde irán sus compañeros, qué destino tendrán.
Espera que, por lo menos, sean felices.
Es la testigo perpetua en la vida cotidiana de la tienda, las entradas, las salidas, los preparativos, discusiones, risas…
De vez en cuando, le cambian de lugar en el escaparate y tiene otras perspectivas.
Ve compañeros nuevos y se alegra, pero, del mismo modo que los anteriores, van hacia otros lugares.
Ella no sabe que aquellas muñecas, por el uso continuado en los juegos y por el deterioro del tiempo, aquellos hermosos juguetes han acabado rotos y en la basura.
Pasan los años y aquella muñeca que, tiempo atrás, brillaba en su esplendor, también ha ido estropeándose.
Su cabello castaño ha ido perdiendo el color, tornándose de un color indefinido.
Su bonito vestido de encaje ha empezado a deshilacharse.
Como ya no luce como antes en el escaparate, la han trasladado a una esquina de la trastienda, junto con otros objetos que han quedado obsoletos: máquinas de escribir, faroles, máquinas registradoras…
Ella piensa que, aunque la hayan colocado en un lugar más apartado, cambiará de escenario y tendrá nuevas vistas.
Los objetos que la acompañan han sido sus compañeros desde hace años y se siente bien con ellos.
Hoy ha venido el camión del reciclaje, y se lleva a la muñeca y sus amigos.
Entonces, ella, ilusionada y desconocedora de su destino, empieza a recordar a los compañeros que fue conociendo a lo largo de los años, imaginando que, tal vez, vuelva a verlos.
Mientras piensa esto, la ponen en un contenedor junto con los otros objetos, y allí, efectivamente, se reencuentra con los que se habían ido antes.
En la fábrica de reciclaje la trituran junto con todos los demás y, con la mezcla resultante, consiguen que, cada elemento sea una síntesis de todos ellos.
De este modo tienen una nueva vida.
Es un nuevo comienzo con rumbo a lo desconocido, pero lleno de sorpresas.
Nelaery
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Autor:
Nelaery (
Offline)
- Publicado: 23 de junio de 2025 a las 09:17
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 45
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Comentarios5
Que hermoso relato Nelaery.
Gracias por compartirlo.
Abrazos.
Es un sueño de cuando tenía nueve años.
Muchas gracias, Elideth.
Que lindo sueño. Y lleva a la reflexión.
Un abrazo Nelaery.
Pero, cuando lo soñė, me dejó muy triste.Lo he recordado toda mi vida.
Muchas gracias por tus palabras, Poetisa Llaneza.
Muy bien tejida historia poeta .
Saludos 👋.
Muchas gracias , poeta Emiliano.
Saludos.
Sensacional y hermoso tu genial prosa literaria estimada poetisa hy amiga Nelaery
Recibe un abrazo de Críspulo desde Torrelavega
El Hombre de la Rosa
Muchas gracias por leerlo y por comentarlo, poeta Críspulo.
Un relato delicado, melancólico y profundamente simbólico, donde la muñeca de porcelana encarna el destino de tantas almas quietas: observadoras del mundo, relegadas por el brillo pasajero de lo nuevo, pero ricas en memoria y ternura. Hay en esta historia una poética reflexión sobre el paso del tiempo, la invisibilidad, la espera y, finalmente, la transformación. El reciclaje no es solo un acto físico, sino una metáfora luminosa: todo final puede ser origen, y hasta lo olvidado puede fundirse en una nueva forma de existencia.
Es así.
Mi sueño de la infancia fue como una premonición de lo que sería después.
Lo del reciclaje , lo he añadido para darle una salida de renovación.
Muchas gracias, poeta Justo Aldú.
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