Escribo, escribo
y no ensarto la aguja
desbocada
-en el abismo el ojo-
des-boca-da
me parto los dientes.
Las palabras afloran,
poco importa
ser caballo o mendigo
si piso una tierra
que no me pertenece
la tierra miedo,
la tierra de nadie.
Soy la que elije
sacrificios
frente a la puerta
se acumula la nieve
en noche intensa.
Si inclino la cabeza,
si te enseño a trenzar
desencadeno temblores
en la pelvis de Cristo
y vas a lengüetear
la piedra calcinada
de mi rodilla.
Una tras otra la angustia
suda mares en mi cabeza
si la avellana cae
me dispersa en salitre,
en mínimas cuentas.
Todo fue hermoso,
todo es hermoso
desde el agua
el aire corta la superficie
se ajusta a concéntricos
deslizamientos de moluscos
y en el fondo yace la piedra,
el corazón encercado por
el río profundo de la memoria.
Huele a niño
no hay forma que despegue
su camisa de mis ojos
llegué muerta a donde iba a morir,
estaba solo,
tan sola que podía confesarlo
tomé su mano
en infinitas vibraciones
se me han agotado los dedos
de acariciar su pelo
en todos los vientos.
La letra vale sangre
en correos antiguos
pero al nombrar
te- ti- contigo
monta el reflujo gástrico,
se desmantela el coxis,
mi hígado se ensancha
de materias insanas.
Fue en Madrid,
a la hora fatal del atardecer.
Cada espiral repite
incansablemente
donde quedamos
cada espiral repite:
alma de perra,
ojos de perra,
uñas de perra
arrastrada en
callejuelas
donde olisqueé
un sin fin de coincidencias
con las que acostaríamos
a desconocidos.
Todo es hermoso,
un pájaro picotea su frente
y el tatuaje se agranda
queda el hueco
a merced de las moscas
cada verano caluroso
la entrepierna
forma aspavientos
de riachuelo,
el hueso desprendido,
la fractura nos reúne
somos pasto de incienso
frente a devotas
de rarísima pureza
que depositan azucenas,
galanes de noche,
sobre un Hombre lacerado
si respiramos
si nos miramos
el polvillo cae sobre el haz
de luz de la matanza
en mi pecho
el banderín de la masacre
tiñe de rojo las nubes.
Es hermoso como descienden
las aves carroñeras,
como desciende
la mano del mago
a la capa poblada de bolsillos.
Es hermosa,
la muerte me sopla
este desaliento
con más fuego que todos los fuegos
de la creación del mundo
te veo caer
y no te sostengo,
caes, caes, caes
como caía su baba
en mi bocaza de perra,
pero no temo,
me acostumbré
al lenguaje que choca
en mi diente partido
cada vez que escapa un tren
de cualquier estación
una brizna de paja
en mi boca
tu semen en mi boca
me convierte en simiente
de cualquier tribu nocturna
en la frívola ciudad
escupo la noche
junto al camión de la basura.
Cada amanecer pegada al moho,
relampagueo,
aún sin facciones eres
tijera en la mano
que me convierte
en anti- concepto
bordo iniciales
con el profundo ardor
que imita la plenitud
iniciales que envío a Venecia,
de una isla a otra perdidas.
En el filo del vaso
la sangre colapsa
cuando aseguro
que es perfecto.
La tranquilidad de las nubes
sostiene la tormenta
circunciso la lengua
si creo / niego
sobrevivir
a la catástrofe.
Me enfrento a descabellados
planes amatorios
de pulgas en bibliotecas,
vale más la droga o la mirra
que la sentencia
mi amor es la sombra,
el ritmo desenfrenado
que lleva al trance
lejos de la melisa que adormece
la hora fatal once
-nadie repita once
o cae a ras cielo
la tinta que grabó
el brazo de mis antepasados
y renace en la biblioteca de Praga.
Dos lanzas atraviesan
mis costillas,
el pretérito cíclico
tasajea al planeta
con hilos de acero
las familias se arrastran
en el fango de las fronteras,
los niños avientan
caballos de miedo
mientras ululan las sirenas
que detectan humano
en el bosque, abedules
de corteza blanca
reflejan la dimensión
donde serán otros
Todo es hermoso y queda atrás,
hasta mi vida.
II
En mi nombre,
a partir de este instante,
destruirán cartas de racionamiento
números de espera
filas de espera, diplomas,
cualquier identidad
que limita.
Pronto partiré,
-mas estoy sana y fuerte-
mi paso ha sido
una infinita despedida,
de brevedad sospechosa
mientras canto crecen
plantas del paraíso en tu frente,
la fruta del placer
roza la partícula insumisa
bajo la borrasca del verano
los niños saltan
sobre ventanas trazadas con cal
en el pavimento
ventanas que conducen
a corredores salpicados de galaxias.
Cae la lluvia
al amanecer, al mediodía, en la tarde
en todas las plazas depositan
la patética individualidad
llamada Ser.
Y yo en la fuente equivocada,
-la fuente no es donde caes,
es el vientre que te devuelve
lo no digerido-
he estado lejos
con un puntero filoso,
reducida a soplo
mi único amor se expande
en una onda atómica
e irradia a los pájaros
que detienen su graznar
cuando meo contra- muros
para que no se apoderen
de mi corazón
tapizo calles,
despierto húmeda
por el rocío de alcoholes
de plantas maceradas
reaparezco en la yema del dedo
-esta mancha no es tinta
de mis absurdos escritos -
es mi vagina que destila
como si estuviese de paritorio
la sofisticada
leucemia del totalitarismo.
La vejez en mi cara
cuando lego:
me han usado
en el experimento humano,
pero mi caso se ha perdido
en los archivos de inteligencia
de una dictadura
no puedo regresar a casa
no puedo regresar a mi madre
que amamanta
a una paloma helada.
Seré en eternidad la ausente,
que fabrica bálsamos
sobre una pira de libros
mientras escribo
esta camisola que lees
protegida en el zurrón de mamá
envuelta,
como cuando era niña.
del poemario Zupia
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Autor:
Margarita García Alonso (
Offline)
- Publicado: 23 de junio de 2025 a las 06:43
- Categoría: Amor
- Lecturas: 12
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Miguel Reyes, Alberto Escobar, Poesía Herética, Mauro Enrique Lopez Z., Eduardo Rolon, Antonio Pais
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