Le puse límite a mis deseos.
Los até.
Los encadené.
Los encarcelé.
Así como vos hiciste con los tuyos.
Desnudé mi vulnerabilidad ante tus ojos.
Vos, en cambio, disfrazaste tus sentimientos
con el lenguaje de los poetas oscuros.
Le pusiste un límite.
Te pusiste un límite.
Y a mí me marcaste ese límite.
Y aun así, te dejé en claro
que mi puerta seguía abierta,
por si algún día decidías desencadenarte,
desposarte…
y volver.
Hoy entendí que esta espera
no me lleva a ningún lado.
Aunque el pesar lleve tu nombre,
tus letras,
tus miradas,
tu voz.
Estoy haciendo un detox.
De vos.
De mí con vos.
De lo que soñé y nunca fue.
¿Se puede soñar con algo
que nunca fue mío,
que nunca fue tuyo,
que nunca fue nuestro?
No me elegiste.
No nos elegimos.
Pero aún nos persigue esa caminata en la oscuridad,
esa que vos recordás,
y que yo siempre revivo
cuando paso por aquel lugar.
Te estoy dejando ir.
En mis noches.
En mis días.
En mis mañanas.
Sabés que te escribo.
Pero vos…
¿Escribirás sobre mí?
¿Cuántas preguntas más le haré a la luna?
¿Cuán masoquista puede ser mi alma?
¿Cuántas veces tendría que aniquilar mi cuerpo
por un poco de tu voz?
Camino.
No quiero mirar hacia atrás.
Porque una vez lo hice
y estabas vos del otro lado.
Yo te esperé.
Te vi cruzar.
La única pregunta que siempre rondará dentro de mí:
¿Por qué yo?
¿Una extrañeza que se asemeja a tu abismo?
Yo soy el perfume de tu abismo.
Ese que guardás en un cajón
y no te animás a probar.
Pero el perfume también caduca.
También se descompone.
También se lo lleva la muerte…
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Autor:
Denise Arredondo (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 22 de junio de 2025 a las 04:36
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 3
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