Me perdí de tu senda,
de tu vida,
de tu esfera,
de tu poesía;
pero jamás te olvidé.
Ibas conmigo, alma mía,
a pesar de tanto,
pues en mi ser, vivias.
Mi corazón desolado
por nuestro amanecer perdido,
lucía doliente, oprimido,
aunque en el amor,
estaba absorto.
Es que me fui, amándote, recordándote,
y en la caída, aturdido, desorientado,
y fuera de mí,
perdía la noción
de un lírico pasado.
Fueron días grises,
sombríos, temblorosos;
pensé que nunca volvería.
Mas volví, ¡aquí estoy!
Sano y a salvo,
en tu propio frenesí.
Ahora, que emerjo del pozo,
de la densa melancolía
y de mi profunda agonía,
de nuevo voy por ti.
Asciendo y veo la luz,
el sol brillando, desnudando tu virtud,
tu cuerpo que irradia
su excelsa magnitud.
De nuevo te siento,
de nuevo te anhelo.
Ha regresado a mí,
la pura alegría.
Eres mi desahogo,
mi audacia suprema,
mi divino tesoro, mi hidalguía.
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Autor:
Rafael Parra Barrios (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 22 de junio de 2025 a las 00:00
- Categoría: Amor
- Lecturas: 3
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