Cardenal

Alberto Escobar

 

 

 

Cardenal. 
Por fin, su propósito 
desde que entró en el seminario,
Ayacucho, floreciente por entonces,
azucena brotando de las cenizas
de la ambición del gringo, la plata,
el pecunio. el sometimiento, normas
encabezantes de una constitución
política que no llegó a gestarse, y ello
a pesar de los esfuerzos de su partido,
el republicano radical, al que pronto,
casi rozando el bachiller, se alistó
por mor de mejorar el nivel de vida
de su gente, su pueblo, tan depauperado
por el colonialismo del gringo, uno que
no entiende de personas sino de números
y vil metal y al que toda su familia, casi
toda, y la práctica totalidad de la ciudad,
estaba acervizada, sin o con casi nula
probabilidad de oponerse o contrapesar
el abuso lacerante de estas sanguijuelas,
habida cuenta el poder tan empedernido
que ostentaban entonces —pero se hizo
cardenal...—.
Color rojo escarlata, casi fucsia, el traje
de primicias que lució en el acto inaugural
con el papa presidiendo, y este daba bula
a mano alzada sobre un papel de lino
malva claro, insignia del pescador arriba,
en la cabeza del texto, y, mano temblorosa,
firmaba un consentimiento no emborronado
todavía a pesar del rigor de las manecillas.
Cardenal, y su tedra, suite nupcial 
del palacio episcopal, reluciente, empuñadura
estilo corinto, respaldo robusto de caoba,
guata estampada cual cartones goyescos. 
Y allí sigue...
Ayer recibí un guasa expresando su felicidad. 
78 años le contemplan, y el papado acecha

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Comentarios +

Comentarios1

  • Carlos Eduardo

    Me confieso, poco sé de misas partner

    Un abrazo Albertín

    • Alberto Escobar

      Y yo menos. Soy de los que aguanto estoico el chaparrón, jaja.



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