Cuando se van los padres

Nos criaron con manos de hierro y temor,

con la voz como espada, sin muestra de amor.

Nos dijeron que el llanto era solo un fracaso,

que el deber era un muro, no un suave abrazo.

Fueron padres sin padre, varones heridos,

que ocultaron sus llantos tras rostros vencidos.

Nos amaron con frío, con gritos, con guerra,

porque nadie les dijo cómo amar en la tierra.

Y crecimos creyendo que amor era ley,

que se daba en silencio, que dolía también.

Nos forzaron caminos, nos torcieron los sueños,

y en su intento de salvarnos... nos dejaron 

pequeños.

Nos miraban con miedo de vernos caer,

pero alzaban la voz sin sabernos leer.

Y nosotros, tan niños, tan llenos de fuego,

los culpamos por todo sin ver su despego.

Algunos se fueron sin darnos perdón,

con los huesos cansados, sin rendición,

Y ahora buscamos en gestos perdidos,

en palabras ausentes, en actos dormidos.

Si los tienes contigo, no calles la pena.

Diles lo que arde, lo que aun envenena.

Quizás no respondan, quizás no lo vean,

pero hay padres que escuchan... aunque

no lo crean.

Y si ya no están,

llóralos con alma entera,

como se llora al sol cuando cae la espera.

Porque al fin entendemos... al ser ya mayores

que también fueron niños...

que también hubo errores.

Y si ahora eres padre,

que el miedo no venza.

Ama con palabras.

Rompe la defensa.

Porque a veces un hijo solo quiere saber

que no está obligado a doler... para crecer.