El deseo en forma de arte
Es increíble que tanta pasión y tanto deseo
solo encuentren escape en un papel,
en un lienzo imaginario
donde el rojo se vuelve pecado
y el amarillo, deseo.
Y cuando esos colores se funden,
nace un tono que no tiene nombre,
una mezcla salvaje de piel,
locura, caricia y pecado.
A veces, basta un roce,
el más mínimo roce,
para sentir ese temblor primitivo,
ese impulso de liberar todo.
Lienzo que no he pintado
Lienzo en forma de piel que no conozco,
pero que imagino con furia,
con un hambre que no puedo disimular.
Un lienzo que aún no he probado,
pero que se me aparece en sueños,
con sabor, textura, y una promesa tácita
de locura y desenfreno.
Y aunque nunca lo he tocado,
mi mente lo ha pintado mil veces
con los colores de mi deseo.
La realidad que frena
Pero entonces vuelve la realidad
con sus recordatorios:
los errores no se pagan solo con dinero,
también se lloran.
También sangran.
Y te das cuenta de que el deseo,
aunque feroz y legítimo,
no siempre puede desbordarse.
Porque hay alguien más.
Alguien que, sin saberlo,
ha amarrado mi pluma,
me ha dicho sin decirlo:
“no más lienzos nuevos”.
La adicción al contacto
Yo no sé si esto es deseo o adicción.
Solo sé que el cuerpo lo pide siempre.
Que mi alma necesita sentir piel
como el artista necesita su tela.
Pero no cualquier lienzo,
no cualquier trazo,
sino ese cuerpo,
esa forma, ese olor, ese todo
que me enciende más que cualquier otra cosa.
Y aún así,
me contengo.
Me controlo.
Porque hay una piel que ya pinté,
una obra que aún no termino,
pero que parece no querer más pinceladas.
El duelo del pintor
Y si esa es mi última obra,
si ya no hay espacio para pintar,
entonces soy un pintor condenado
a mirar el lienzo seco,
a ver mi deseo morir despacio
como se mueren las pasiones contenidas.
Y duele.
Duele como duele la abstinencia.
Como le duele al adicto el vacío.
Quizás sea eso lo que soy:
un adicto al arte del cuerpo,
a la carne hablada en caricias,
a la pintura que gime.
Pero no me he desbordado.
Y aunque siento el llamado de ese nuevo lienzo,
hay algo
que me recuerda que esa pasión,
ese fuego,
ahora vive guardado…
en silencio.
Geografía del Tacto
Pero incluso el silencio
tiene textura,
tiene color,
tiene forma.
Y en la penumbra de lo prohibido,
mi deseo aún traza líneas invisibles
sobre la geografía del tacto,
donde mi alma,
aunque quieta,
Aún quiere seguir pintando.
Soy trazo indomable,
tinta que no se borra,
un pulso que no entiende de pausa ni medida.
Y a veces,
cuando el lienzo sabes que es ajeno,
el pintor prefiere la distancia,
no por falta de deseo,
sino por respeto al arte
que no debe ser profanado.
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Autor:
JFAS (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 16 de junio de 2025 a las 18:07
- Categoría: Erótico
- Lecturas: 5
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais
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