Serví mi corazón como plato fuerte,
con cubiertos de silencio y tristeza.
Comías de mi risa como pan caliente,
mis huesos, un banquete de tus promesas,
mis latidos, el postre de cada noche espesa.
Te ofrezco mi pecho y mi vientre
para que algo albergues —
tal vez cariño, o un niño,
o el temblor que en tu alma se esconde.
Haz de mí tu refugio,
si aún te queda tormenta.
Haz de mí ceniza,
si no puedes ser llama inquieta.
Me abrí como fruta madura
ante tus manos llenas de hambre,
y aunque sé que a veces
amarte fue perderme,
yo sigo aquí:
mesa servida, alma desnuda,
esperando que un día,
dejes de comerme…
y empieces a cuidarme.
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Autor:
Daira Rodríguez (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 15 de junio de 2025 a las 00:11
- Categoría: Amor
- Lecturas: 2
- Usuarios favoritos de este poema: Lualpri
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