En el crepúsculo infinito donde muere el día, mi alma se deshace en destellos de plata mientras tus ojos, faros de un amor inmenso, se alejan como astros al alba en su ocaso. En este rincón de sombras y luces trémulas, te amo con la intensidad de mil universos, más que a mi propia existencia errante, mas enfática en su dolor y sutil en su renacer.
Recuerdo el fulgor de aquellos instantes donde la pasión era la savia que nos unía, como un susurro de viento entre las hojas y una caricia temprana de la luna en la piel. Cada palabra, cada latido, era un verso escrito en el pergamino eterno del tiempo, testimonio de un amor que desafió al olvido, en una sinfonía sagrada que el alma abrazaba.
Mas en el confín de nuestro sueño compartido, donde la luz y la sombra se entrelazan como amantes en un baile místico, descubro la imperiosa necesidad de soltar, de liberar lo que arde en mi pecho aunque sea un incendio que ilumina mis días, porque soltar también es honrar la esencia de aquello que fue, y de lo que aún vibra.
Bajo un cielo estrellado y callado, las lágrimas danzan en un ritual ancestral, convertidas en cristales que narran historias de promesas cumplidas y susurros eternos. En cada lágrima late el eco de tu risa, en cada suspiro se esconde un adiós silente, y en ese adiós se disuelve el dolor en esperanza, transformando la ausencia en un canto liberador.
Aun cuando el alma clama por retenerte, sé que amarte es también dejarte ir, con la ternura del ocaso que besa al horizonte, con la fe inquebrantable en un mañana sin ti. Porque en la vastedad del tiempo, nuestros recuerdos serán cometas errantes que surcarán cielos de un destino inmutable y transformarán la soledad en un arte sublime.
Permíteme vivir en el abrazo del recuerdo, encontrando en cada destello del pasado la paz que solo se halla en la aceptación de que el amor verdadero no se encadena. Se levanta, etéreo y luminoso, como un aliento sagrado que renueva la vida, como una promesa sutil de lo que vendrá cuando la noche se rinda al nuevo aurorar.
Hoy, en el epílogo de lo que fuimos, mi corazón se desnuda sin temor ni reservas, abrazando la dualidad de soltar y amar, de despedirse con la gracia de un suspiro mientras el universo nos regala su magia. Que en este acto de liberación, nuestras almas se fundan en una eterna melodía, pintada en las paletas del tiempo y el olvido.
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Autor:
SilentOde (
Offline)
- Publicado: 13 de junio de 2025 a las 02:16
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 3
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios1
Me ha gustado su genial manejo de pluma
El Hombre de la Rosa
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