Sola te vas quedando, madre etérea,
como una égida rota en el ocaso,
con la mirada absorta y funérea,
y el alma abierta al tiempo, paso a paso.
El mundo te deshoja sin clemencia,
te cubre el desencanto y la fatiga,
mas yo seré tu faro, tu presencia,
ven, madre, y deja que mi amor te abriga.
Olvida el gris oprobio del fracaso,
deslíe en mi regazo tu quebranto,
mi pecho será cáliz, no baldazo,
mi voz, un laúd dulce, no un espanto.
La vida no termina en la agonía
si el hijo es quien tu pena transfigura,
renace en mí, vestida de poesía,
y olvida la soledad y su amargura.
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Autor:
El Corbán (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 12 de junio de 2025 a las 14:28
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 5
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z.
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