Amanecí con sed de tocar
y ser tocado.
El cuerpo pide su rito,
y yo siempre te elegí a ti.
Imagino tu piel como tierra fértil,
campo donde ya he sembrado
mil veces —
y regreso
con semilla nueva.
Labro sin nostalgia.
No hay ausencia que detenga
el deseo de volver a arar,
de hundirme otra vez
en tu geografía ardiente.
Ya es tiempo de cosecha.
Recojo los frutos de tus labios,
el trigo firme de tus pechos,
la fruta madura de tus caderas,
y después —
consumo la miel dorada
que reposa entre tus muslos abiertos.
No hay estación perdida,
ni páginas muertas:
todo lo vivido fermenta
y vuelve a arder
si el cuerpo se lo permite.
El día se curva hacia el gozo.
Dejo que el deseo respire,
que tu cuerpo
vuelva a ser altar y banquete.
Te siembro.
Te devoro.
Como si al final del deseo
no hubiera muerte.
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Autor:
Milber Fuentes (
Offline)
- Publicado: 11 de junio de 2025 a las 17:16
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 9
- Usuarios favoritos de este poema: Milber Fuentes, Mauro Enrique Lopez Z., EmilianoDR
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