Plantas innombrables

Margarita García Alonso

Plantas innombrables.

Para David Lago.

 

Podían nombrar:

-un gritico desafinado a contraluz de la página

para mentar al ave de mal agüero-

 

Podían nombrar al gusano que pudre

su mediocre sentada donde dios y el diablo

no se atreven a hacer reclamos.

 

Pero,

quienes dirigen planas de cursilería fatal

para provincianos emparentados

en censos de oficinistas de aldea

huelen a saña, a miseria

recompuesta de totalitarismo

 

-nunca solos porque no valen nada-

 

Zas zas cual zorros de envidia

fulguran con sus varas de basurero

cuando se tocan al amanecer

        la entrepierna.

 

Podían nombrar, pero no, ni muertos.

Podían mencionar en medio del abucheo

para que compusiéramos odas maléficas,

citarnos como mal ejemplo,

             pero tienen miedo.

 

Como puntillas de cajas de pino

ahuecan fotos del retrato de grupo,

y cultivan antologías malsanas, rimbombantes.

 

Podían nombrar y David

no hubiese descuartizado a la mandrágora,

era un lord demasiado poético.

 

Podían nombrar y yo tampoco hubiese

mencionado a cincuenta mil bandidos

forrajeando la fama del verso,

cuando no estoy segura de mi legitimidad,

desde que esperé el certificado de nacimiento

en la isla que borra actas.

 

He estado mucho tiempo convencida

de mi falsa existencia,

no hubiese mencionado que murió mi amigo,

que en la tristeza me bastaba

que apareciera en los odiados.

 

No hubiese hablado de borrasca

de vientre perforado, corazón cazado

por el alfiler en los ojos de mi hija.

 

Ningún detalle trágico, casualidad,

germinaría en los escritos,

hubiese aceptado el diente que muerde el pie

por un segundo de compañía.

Miserables escritorzuelos de actas de bautizo,

             no se hagan de poder,

nadie está más cerca del abismo que yo

 cuando limpio el fondo de la sombra.

del Cuaderno de la herborista, EDITIONS hoy no he visto el paraíso, 2012

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