Nocturno

J.M Aceros Bernal

Hay noches en las que el frío inunda

y hay un mar entre la vigilia y el sueño,

en el abrigo del calor de los recuerdos

concilio un sueño amenazador y profundo.

Hay noches en que miro la pared fijamente

y alrededor crecen sombras entrometidas,

mientras los parpados rastrean los llantos,

Escarchas crecen en mis mejillas deprimidas.

Al son de las polillas y los gatos afuera,

hay noches en las que un fantasma me tienta,

uno que repite mi nombre a gritos maleantes

posa su mano en mi rostro y lo arranca de galope.

Salgo a la calle en la noche agobiante,

Soy un hombre sin rostro, con escarchas desbordantes

y que con cada paso congela las aceras tersas,

El aire cae y suelta vapores helados jocundos.

No hay quien apague el fuego de este hielo

el fantasma sigue detrás de mí y cojea lento

al tocarlo yo, se cristaliza y vuelve a morir en el acto

exorcismo fugaz para el paraíso confiado.

 

Ya soy libre, en una noche tan amplia

atrapo las estrellas, las enfrió para llevármelas

y escalo hasta el sol e intento apagarlo.

Pero, mi odio contra el mundo no es tan vil e infame.

Ahora vuelvo a los prados, oscuros y misteriosos

les toco y se congelan, una nieve surge de ellos, polares

pero pronto mueren y se amustia ese escenario,

toco las fuentes de agua y se irrumpen glaciares.

Un hielo tan desértico que atrapa la cariz inserida

tras esto, mi espacio se trémula inexorable,

ni sé cuántas lunas han pasado.

Pronto la ciudad está nevando, y sus habitantes,

enzarzados al ágape estarán ambulantes.

 

Entonces la noche, ya es un invierno absoluto,

veo a un ser caminar por ahí, le saludo

al sentir su mano vacua, esta muere

todo su cuerpo en mudo se convierte.

Cae ante el sueño eterno y profundo

pronto, el pueblo entero es sonámbulo

y al salir a las calles, surgen efigies tensas.

El azul oscuro les traspasa el torso entero,

ya todos duermen en un frío nocturno inquieto.

Me horroriza aquello, huyo impúdicamente,

todo es inasible, ralearte y ofusco.

Al correr rápido, mis fémures se rompen

los cristales penetran mis ojos de aguacero,

el desliz de mis zapatos ralla el suelo,

el espacio de mi cara es ocupado por la nieve.

Soy un hombre congelado, que al tropezar

deja caer los hielos que le sorben

Y así, dejo una cúpula y la ciudad atrapada;

Ciudad, en la que el calor azotaba día y noche.

Pero, ahora solo hay noches tan incrédulas,

que son engañadas por el ascua del invierno victorioso.

 

Al llegar a mi casa, las puertas, ventanas

paredes y escaleras, estallan en seco.

Soy el hombre que congela al mismo invierno

y yo, ya no lo resisto, el parásito cuela mi cuerpo.

Al suspirar afloran estalagmitas y truenos,

un tornado se forma en mi cuarto asueto

y al asomarme por la ventana,

Ya no hay un invierno, solo hay un negro alba,

uno tan oscuro y tan asediado,

que la aurora finalmente condena al ultraje,

que consume todo lo que hay, lo que fue.

Pero, los hielos se derriten,

dejan charcos de sangre helados;

la nieve, se desgarra en pieles mojadas;

los sueños, se hacen irreales;

las ventiscas, golpeaban mi mente;

las ciénagas, se enfriaban;

Y los recuerdos, congelan la memoria.

Pronto no veo nada, pero el frío sigue ahí,

me recuesto a ciegas en la cama, y mi cuerpo,

deja de moverse, deja de respirar, deja de sentir

Me estremezco y todo fallece, el sueño se vuelve a repetir.

 

De repente, no estaba durmiendo,

ni estaba despierto, dejavú intenso.

Hay noches como esas, que nunca acaban;

Hay noches que se cristalizan por siempre en el alma.

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  • Autor: J.M Aceros Bernal (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 9 de junio de 2025 a las 00:00
  • Comentario del autor sobre el poema: Muchos significados, surrealismo puro, imagenes impresionantes; un clásico de la poesía contemporanea.
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 5
  • Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
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