Me levante de la cama dormido,
casi sonámbulo,
y lejos de despertarme el sol que pasa
por el ventanal roto,
me despertó el espíritu noctámbulo
de mis mañanas.
1 hora,
1 pava,
2 facturas
y mil mates.
Perfecto banquete para saber
que existo.
Agradecido por tener energía
y dormir tan bien,
pero a la vez dormido pues
el somnífero de la madrugada
que me sedujo ayer
fue dulcemente intenso.
Impulsado por los movimientos
que practiqué tantos años
en ese lugar y que me acuerdo
como si fuera mi nombre,
me despedí del espíritu gris
y me fui ciego y confundido.
¡Por dios! Lo que dirías si vieras
como iba caminando erguido,
despeinado y con una sonrisa,
sonrisa involuntaria de la que
no me di cuenta hasta que llegué
por donde paso todos los días,
pero que en ese momento era
demasiado desconocido para mí.
Sorprendido, abrí bien los ojos,
y vi un paraíso que lejos de cegarme
me iluminó con harta elegancia.
Cada cuadra,
cada local y
cada individuo...¡No podría describirlo!
¿Serán como los circulos, las llamas
y los demonios que veo todos los días
en el infierno?
Lejos de irme simplemente a casa,
fui al parque, pues sería
todo un crimen de mal gusto
si no fuera con tan hermosa mañana.
Me senté donde me siento
todas las noches,
junto al frío punzante que
ahora se siente tan suave;
Y por fin desperté;
Y me sentí distinto,
me sentí vivo.
Con tantos proyectos,
con tantas ganas,
con tanta electricidad
en mi mente.
Y por fin pude
asimilar tu mensaje, Muerte;
Ese en el que renunciabas
a clavarme tus labios
mortales, por última vez,
después de haberlo hecho
por todo mi cuerpo.
No voy a mentir...
me puse tan
eufórico
y me sentí victorioso.
Solo puedo decir
que en ese momento
renací bajo la luz
de una mañana eterna
que me inmortalizó.
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Autor:
Rosendo Ruiz (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 8 de junio de 2025 a las 13:13
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 3
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z.
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