Renacimiento

Rosendo Ruiz

Me levante de la cama dormido,

casi sonámbulo,

y lejos de despertarme el sol que pasa

por el ventanal roto,

me despertó el espíritu noctámbulo

de mis mañanas.

 

1 hora,

1 pava,

2 facturas

y mil mates.

Perfecto banquete para saber

que existo.

 

Agradecido por tener energía

y dormir tan bien,

pero a la vez dormido pues

el somnífero de la madrugada

que me sedujo ayer

fue dulcemente intenso.

 

Impulsado por los movimientos

que practiqué tantos años

en ese lugar y que me acuerdo

como si fuera mi nombre,

me despedí del espíritu gris

y me fui ciego y confundido.

 

¡Por dios! Lo que dirías si vieras

como iba caminando erguido,

despeinado y con una sonrisa,

sonrisa involuntaria de la que

no me di cuenta hasta que llegué

por donde paso todos los días,

pero que en ese momento era

demasiado desconocido para mí.

 

Sorprendido, abrí bien los ojos,

y vi un paraíso que lejos de cegarme

me iluminó con harta elegancia.

 

Cada cuadra,

cada local y

cada individuo...¡No podría describirlo!

¿Serán como los circulos, las llamas

y los demonios que veo todos los días

en el infierno?

 

Lejos de irme simplemente a casa,

fui al parque, pues sería

todo un crimen de mal gusto

si no fuera con tan hermosa mañana.

 

Me senté donde me siento

todas las noches,

junto al frío punzante que

ahora se siente tan suave;

 

Y por fin desperté;

 

Y me sentí distinto,

me sentí vivo.

 

Con tantos proyectos,

con tantas ganas,

con tanta electricidad

en mi mente.

 

Y por fin pude

asimilar tu mensaje, Muerte;

Ese en el que renunciabas

a clavarme tus labios

mortales, por última vez,

después de haberlo hecho

por todo mi cuerpo.

 

No voy a mentir...

me puse tan

eufórico

y me sentí victorioso.

 

Solo puedo decir

que en ese momento

renací bajo la luz

de una mañana eterna

que me inmortalizó.

  • Autor: Rosendo Ruiz (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 8 de junio de 2025 a las 13:13
  • Categoría: Espiritual
  • Lecturas: 3
  • Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z.
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