Mil lágrimas habitan en cada parte de mis versos
entre enormes cadenas aceradas
con los eslabones más perfectos.
Donde hay un rumor de voces
que solo van a morir en el silencio.
Me abraza una infinita tristeza
¡Qué acecha mis pobres pensamientos!
Envejece mi sombra sin rumbo
desconfiando si aún yo le pertenezco.
Nada difiere de un tiempo pasado
donde se repiten esta luna y este cielo.
Dicen que son inmortales las almas
y que tan solo son mortales los cuerpos.
Todo indica que tengo límites
muros invisibles que escalarlos no puedo.
Que no hay recompensas en monedas
que solo hay recompensas en los sueños.
Abdico ante mi propia porfía
de pretender un espacio de regreso,
de aspirar a un destino celestial
carente de mares profundos y complejos.
Una gloria amarga de penas consentidas
y cruces desnudas de dioses pasajeros.
Nadie sabe nada de mí. Absolutamente nadie.
Y eso no sé si es malo o algo bueno.
Nadie que pueda intentar abrazarme
soy solo yo, un hombre con ocultos secretos,
apenas un simple hombre más
que conoce las lágrimas que viven en sus versos.
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Autor:
Jorge L Amarillo (
Offline)
- Publicado: 8 de junio de 2025 a las 11:51
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 12
- Usuarios favoritos de este poema: Jorge L Amarillo, JAGC, Mauro Enrique Lopez Z., ElidethAbreu
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