Te mire y mi mirada se prendió
de la cálida voz de tu mirada
aprendí a resguardar
los fuegos inoportunos,
como el lago que se niega al sol
cuando la luna
aún no lo ha abandonado.
Sí, deseo.
Te deseo con esa ferocidad
como las garras del jaguar
destrozan las entrañas,
pero mi deseo se agazapa,
cual espejo que se empaña
con el reflejo prohibido.
No quiero herirnos con tu ternura,
ni fundirme en un amor
que ha comenzado a probar
la hiel amarga del abismo.
Traes en la voz un rumor de río,
escandaloso estrepito
como música de mariposas que están
conociendo a tientas, el camino.
¿qué hacer con la lluvia
que no fue llamada por mi tierra?
Me tiembla el alma,
como al colibrí las alas por el aire
sobre todo como cuando presentimos
nos acecha el trueno de la tormenta.
¿No ves que soy agua también
que no se atreve a brotar en tu presencia?
Eres el eclipse de mis días,
la sombra de luz que no sé sostener
entre mis tinieblas.
Me duele la piel de desearte tanto,
y más aún, negarme a ser la grieta
donde se desborden las mentiras,
eres el canto del jilguero
que aprendió la tonada en otro campo.
Y yo, aunque ardiendo, te sienta,
seguiré batiendo mis alas
lejos de tus manos
que todo lo encarnan
y lo vuelven netamente humano
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Autor:
Isel (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 7 de junio de 2025 a las 00:34
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 14
- Usuarios favoritos de este poema: pasaba, WandaAngel, El Hombre de la Rosa, Lualpri, Poesía Herética, Mauro Enrique Lopez Z.
Comentarios1
Gracias Elizabeth por tus letras compartidas.
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