JUEVES

JUEVES - 23:55 P.M

Haz lo que quieras conmigo,
he fallado mil veces sin pena.
Maldecir lo ya escrito es castigo,
no hay sentido en luchar contra lo que suena.

Soy mi peor enemigo,
y ni siquiera deseo cambiar.
Una vida lejana, sin testigo,
vale más que vivir para dañar.

No pertenezco a nada,
y no sé si alguna vez lo hice.
Esa duda tan callada
es la cruz que nunca quise.

Estoy de acuerdo con el olvido,
cuando nadie me quiere mirar.
Y si me abuchean, sigo erguido,
ni el desprecio me puede quebrar.

Si me escupen, no discuto.
Si el silencio me recibe al llegar,
me convenzo, absoluto:
es mejor no incomodar.

Un espantapájaros, en su quietud,
es más feliz que yo en movimiento.
Mientras yo me arrastro sin virtud,
él encuentra paz en su aislamiento.

Mi mente es caos, mi paso es brusco,
soy dueño de mi desaparición.
Si el destino fuera un soplo dulce,
yo igual lo rompería sin razón.

Así somos algunos, sin sentido,
sin porqué ni para qué vivir.
Tal vez por una infancia al margen,
o por lo que el mundo nos hizo sentir.

Camino con el ceño fruncido,
rostro opaco, voz sin calor.
Nunca se me ve reído,
ni siquiera por error.

No elegí ser como soy,
pero ser así me habita.
Como sombra que no se va,
aunque el sol la debilita.

Y cuando una chispa de maldad
se acerca, me acerco sin temor.
Como si lo inmoral fuera verdad,
como si el error trajera amor.

Ni psicólogo ni medicina,
ni el psiquiatra más capaz,
deberían tener la fantasía
de curarme con su paz.

Porque hay quienes no están ni acá ni allá,
que flotan entre todo y nada.
Y lo mejor, si algún día nos ves pasar,
es no esperar nada de nuestra mirada.

Dame una razón por la cual seguir viviendo

después de los treinta y yo te diré mil por

las cuales seguir muriendo.