Un Camino de Aventura Un Camino de Bondad

Alma En Letras

Volvimos al camino.
Esta vez, no solo.
Éramos dos:
mi hijo y yo,
padre e hijo compartiendo el asfalto,
el viento,
la vida.

Fue su primer viaje.
La primera vez que se montó en una moto grande,
la primera vez que yo sentí el miedo —
pero no por mí.
Esta vez,
era el miedo noble del que cuida,
del que guía,
del que ama.

Arrancamos con ilusión,
y cada kilómetro fue una lección.
El motor nos cantaba
y el sol nos quemaba,
pero el alma...
el alma se llenaba de algo nuevo,
de algo verdadero.

Tuvimos dificultades, sí.
La ruta no fue fácil.
Hubo calor,
cansancio,
silencio...
y también esos momentos
en que uno se pregunta
si debió haber salido.

Pero entonces !!!
aparecieron ellos:
el amigo camionero,
que, sin conocernos,
detuvo su viaje,
su carga,
su urgencia,
para darnos un empujón
y un poco de esperanza.
No pidió nada,
solo dio.

Después, otro ángel con casco:
El jinete de dos ruedas,
que, tras un viaje largo,
ya cerca de casa,
decidió devolverse
por nosotros,
con calor,
con hambre,
con cansancio.
Nos trajo bebida,
nos trajo consuelo,
nos trajo humanidad.

Ahí comprendí algo que no se aprende en los libros:
que hay personas que dan
sin esperar;
que hay héroes con tatuajes,
con cascos sucios,
con mochilas llenas de historias.

Y vi cómo mi hijo aprendía.
Cómo el camino le enseñaba más
que mil clases,
cómo esa noche en la carretera
le sembró algo que no se olvida:
la bondad sin rostro,
la solidaridad sin apellido.

Yo callé mis miedos.
Callé mi angustia.
No le conté lo que sentía al verlo tan expuesto,
tan nuevo en ese mundo duro de las rutas.
Pero por dentro,
por dentro lloraba de alegría.

Porque ese día no solo compartimos un viaje.
Compartimos alma.
Nos hicimos cómplices.
Nos hicimos hermanos de ruta.

Y sé que vendrán más caminos,
más atardeceres en la vía,
más café en paraderos olvidados.
Porque esto,
esto apenas comienza.

Gracias, amigo camionero.
Gracias, Jinete guerrero en dos ruedas.
Gracias, hijo mío,
por confiar en mí
y regalarme el viaje más importante de mi vida:
el viaje donde aprendí
que aún hay mucho por vivir
y más aún por compartir.

Y antes de cerrar esta historia,
quiero nombrar con gratitud profunda
a dos hombres que marcaron este viaje con su gesto,
su nobleza, su esencia.

Jimmy Alexander, el camionero.
Hombre de carga y de coraje.
Demostraste que el espíritu motero
también ruge en otros motores,
en otros caminos.
No te importó el tiempo, ni el calor, ni el cansancio.
Viste a dos almas en apuros y elegiste ayudarnos.
Esa fuerza tuya, ese empujón,
fue más que físico:
fue humano, fue fraterno.
Gracias, Jimmy.
Por recordarnos que

La hermandad no se enseña:
se vive!!

Y a ti Víctor, Jinete de dos ruedas
del club LAMA COLOMBIA
un verdadero guerrero del asfalto.
Podías haber seguido tu ruta,
estabas cerca de casa,
pero te devolviste. Nos buscaste.
Nos diste agua, compañía, esperanza.
Nos acompañaste con respeto y sin juzgar.
Y en ese gesto pusiste en alto
no solo tu nombre,
sino el de todo tu club.
El escudo de LAMA brilló ese día,
no por metal, sino por humanidad.

Gracias, Vitor.
Gracias, hermano del camino.

Porque al final,
este viaje fue más que un trayecto en moto:
fue una lección de vida,
una prueba de confianza,
y un canto de gratitud
a quienes nos ayudaron a llegar.

JFAS 02-06-2025

Ver métrica de este poema
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.