Sentado me encuentro en el centro de mi habitación. El silencio me envuelve, pero no estoy solo: la noche me acompaña, con su aire frío que corre libremente hacia mí, colándose por la ventana entreabierta como un suspiro del mundo exterior. Me abraza el viento con su aliento helado, como si quisiera recordarme que sigo aquí: vivo, despierto, pensando.
Desde mi rincón puedo oír cómo allá afuera la vida continúa a su manera. Voces se levantan desde la calle: son gritos rotos, carcajadas torpes, frases sin sentido... borrachos, lo sé bien. Conozco ese tono arrastrado, esa mezcla de euforia y tristeza que solo tiene quien ha bebido más de la cuenta. Porque yo también estuve ahí alguna vez. Yo también hablé fuerte, con la lengua suelta, pretendiendo olvidar, aparentando alegría.
También escucho el paso de los autos, el zumbido de las motos que rompen el silencio. A estas horas ya no son muchos, pero siguen ahí, transitando como si la ciudad nunca durmiera. Es domingo por la noche. Algunos regresan de fiestas, otros apenas comienzan la suya. Tal vez beben para espantar las penas, para arrancarse de encima las malas vibras. O quizás celebran algo —un logro, un cumpleaños, un escape, una herida que por fin cicatrizó—. Hay tantas razones para perderse un rato, aunque también tantas para encontrarse en medio del caos.
Y mientras todo eso sucede allá afuera, yo sigo aquí: este cuerpo presente, esta alma inquieta, este soñador incorregible permanece sentado frente a su escritorio, tecleando estas palabras como si fueran antídotos o plegarias. No sé qué traerá la próxima hora. Tal vez una llamada inesperada, tal vez una noticia amarga o un mensaje que haga sonreír. Tal vez nada. Porque en esta vida, lo sé bien, todo puede cambiar en un segundo. O desaparecer en menos.
Pero, aun así —y quizás por eso mismo— sigo soñando. Porque el sueño, aunque frágil, es rebelde. Porque mientras haya una chispa de esperanza, seguiré anhelando un mañana mejor. Aunque ese mañana nunca llegue, aunque se disuelva en la niebla del tiempo, seguiré creyendo en su posibilidad.
No solo por mí. También por ti. Por todos los que luchan en silencio. Por quienes caen y se levantan. Por quienes ya no creen, pero alguna vez creyeron. Que nos vaya bien en todo. Que encontremos paz en medio del ruido, luz en medio de la sombra.
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Autor:
MARIO GONZALES (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 2 de junio de 2025 a las 02:31
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 8
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa, Mauro Enrique Lopez Z., 🍷✨️MariPD
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