Verso Libre II Soledad

Eros Corzo Camacho

Sedentario en mi estación,
ni los recuerdos se acercan a abrazarme.
No conduzco ya ningún calor humano;
mi piel no encuentra abrigo en otro cuerpo.

En mi cuartel, ni el sol ni la dicha
se detuvieron a secar mis lágrimas.
El tiempo avanza directo hacia mi muerte
y yo, sin armas, no puedo detenerlo.

Hoy, hasta mi sombra me ha dejado.
Mi oración no toca el cielo.
Hay una dama…
mi amor, sí,
pero ahora es solo una extraña.

La orden de Dios reveló mi vacío:
si no la encuentro,
mi familia jamás podrá hallarme.

Y entonces, el día
se vuelve a morir… nuevamente,
y con él,
mi esencia pierde su perfume.
La vida se deshace entre mis dedos.
El eco ya no encuentra mi oído,
porque no me ve.

Ni los espectros se dignan a asustarme.
El aire roza mi piel como si no existiera.

Nací solo.
Y moriré solo.
O si ya he muerto, no lo noté.

Quizá entonces,
en polvo y silencio,
seré parte de la naturaleza...
y ya no estaré solo.
Tal vez.

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