Lo diste todo.

Lo diste todo

Navegaba en un mar dulce, perfecto.

Las mareas eran solo de amor.

Todo giraba en torno a esa persona.

Todo.

Hasta que dejé de ver todo lo demás.

Cuando creés que ya lo diste todo,

es porque lo hiciste pensando solo en una persona.

Porque dejaste de mirar hacia otro lado.

Dejaste de mirar tu vida.

Te olvidaste de vos.

Y un día te das cuenta de que estás vacío.

Que no sentís nada.

Ni tristeza, ni enojo, ni ganas.

Nada.

Y pensás:

“Capaz caí en depresión.”

Pero no.

Es más jodido.

Es dejar de sentir.

Es mirar tu cuerpo como si no fuera tuyo.

Es reírte con gente y no saber por qué.

Es que todo da igual.

Como si hubieras desaparecido de tu propia vida.

Y de golpe te sentís impune.

Como si pudieras hacer lo que sea,

porque igual ya no importás.

Y te cae encima la idea:

la otra persona ya no te necesita.

Y no lo dice, pero lo sabés.

No lo demuestra, pero lo sentís.

Y te callás.

Y tragás.

Y te rompés en silencio.

Ahí es cuando dejás de sentir tu mundo ideal.

Se cae a pedazos.

Todo lo que construiste para los dos,

todo lo que pensaste que era amor,

se derrumba.

No hay gritos.

No hay escena.

Solo vos,

sentado en el piso,

sin saber si llorar

o quedarte mirando la pared

hasta que pase algo.

Y no pasa nada.

Porque no queda nada.

Lo diste todo.

Y ese "todo"

eras vos.