En un solitario inicio, sin un eco,
sembré con mis manos un sueño reseco.
Incansable el pulso, la frente perlada,
y nadie a mi lado, ni una madrugada.
Brotó al fin la espiga, tímida y temprana,
mas susurros crueles, burla en la ventana.
"Esfuerzo en vano", oía en la distancia,
mientras mi alma joven buscaba una estancia.
Creció el árbol fuerte, sus ramas se alzaron,
y entonces sus ojos, curiosos, me hallaron.
El tiempo era esquivo, mi sombra extendida,
y un murmullo nuevo: "¿Quién es el que anida?"
La cima llegó, con su brillo dorado,
y un círculo falso, de pronto, a mi lado.
Paseos y risas, festejos al viento,
un calor prestado, un efímero cuento.
Llegaron muchos, manos extendidas,
favores pedidos, promesas fingidas.
Todos en la foto, buscando un lugar,
sin ver que mi alma se comenzaba a desarmar.
Mas la rueda gira, la cumbre desciende,
y el brillo dorado, fugaz, ya no enciende.
No hay viajes ni fiestas, ni brindis sonoro,
solo el eco amargo de un tiempo que lloro.
La soledad vuelve, fantasma tenaz,
y con ella el frío, la herida mordaz.
Los problemas crecen, muralla espesa,
y el juicio en sus labios, que hiere y que pesa.
Achacan mis días, mi temple caído,
mi luz que se apaga, mi espíritu herido.
Buscan otro faro, más vivo y luminoso,
ignorando el anhelo de un alma en reposo.
Nunca fue el dinero, ni el éxito vano,
buscaba un refugio, un gesto, una mano.
Atención genuina, que nunca llegó,
y hoy, en la penumbra, mi ser naufragó.
La enfermedad llega, la calma se ha ido,
y el recuerdo es verdugo, de un sueño perdido.
¡Amigos!, decían, qué ironía mas cruel,
si solo era familia, nada es mas fiel.
Esa es la tristeza que hoy me desgarra,
la soledad honda que al fin me amarra.
Quise huir de ella, con ansia febril,
y hoy me tiene cautivo, en su lazo sutil.
Para quien más cerca, cobarde me nombra,
ignorando la lucha que mi alma afronta.
Un guerrero incansable, que nadie apreció,
que siempre dio todo, y jamás se apagó.
Ya la desdicha y el desaire han entrado,
se apoderan de casa, mi espacio sagrado.
La poca empatía, mi alma destruida,
una herida mortal, una senda perdida.
Es la estocada final, mi cuerpo agotado,
que apenas se yergue, ya casi postrado.
La soledad ganó, y con justa razón, al fin y al cabo,
esto lo permití yo.
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Autor:
Jurbriner (
Offline)
- Publicado: 29 de mayo de 2025 a las 23:32
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 11
- Usuarios favoritos de este poema: Una voz, Tintero Escarlata, El Hombre de la Rosa
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