Aquél día en agosto, recuerdo que con todo el amor y dolor en mis manos te dejé ir.
Un día dijiste que fui la razón por la que pudiste volver a reír, nunca te dije que tú fuiste la razón por la que ese año logré vivir.
Lloré extensamente y con mis lágrimas de amor construí un océano que era solo para ti, por si algún día no tenías a donde ir.
Quererte me acercó, no desde la necesidad de tocar tu piel sino desde el fondo de nuestras emociones. Por eso te quiero, por eso te alejo.
El océano que te construí estaba pintado de azul, pero no el azul que refleja tristeza, un azul que pinta el alma tan suavemente cómo el amor de un cantante que para su amada crea una canción.
Esperaba que en ese océano pudieras esconderte cuando el mundo se vuelve desolador, y qué con su acogedor calor te abrigara, porqué tal como pensé yo no podría ser capaz de ir y ofrecerte mi fulgor.
Sinceramente sólo quería regresar un poco de todo lo que obtuve de ti, por eso creé olas que pudieran gritarte lo maravilloso que eres, quería que su canto te arrullara, quería que mi llanto te consolara.
Entonces construí también un bote, no sabía si te gustaría viajar en él, pero necesitaba proveer algo a lo que pudieras volver. Desde la libertad podrías naufragar, perderte en ti y volver a ti.
Yo que vengo del infierno logré crear un cielo. Conjuré a la luna y a las estrellas para que ellas te protegieran y si un día de verdad te perdías, ellas serían tus guías.
Con la energía que me quedaba, logré cimentar una casa, con muros fuertes e irrompibles, con paredes cálidas en invierno y ventanas amplias para que en verano pudieras darte un respiro, una casa ambulante por si un día te hartabas del vasto océano pudieras llevarla contigo a donde quiera que fuera tu destino.
Finalmente, me aseguré de que el ecosistema tuviera las óptimas condiciones para sobrevivir, arrecifes de coral que le dieran color a tus días, algas que produjeran suficiente oxígeno, animales de todos tipos, tamaños y colores, microorganismos y bacterias necesarias para su funcionamiento. Hablé con todos ellos, les conté de nosotros y supieron que moría por verte feliz, me prometieron que mientras ellos estuvieran a tu lado no te hallaría solitario.
Así que me despedí de mi caballito de mar, sin remordimientos pues todo dí de mí para que este océano llegara a ti, para que pudieras recibirlo de verdad primero tuve que dejarte ir.
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Autor:
Kim Mandarina (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 29 de mayo de 2025 a las 03:07
- Categoría: Amor
- Lecturas: 17
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z., Poesía Herética, Javier Julián Enríquez
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