Desvelamiento

María José Irigoyen

 

《Cansada de abrir la boca y beber el viento》

Alejandra Pizarnik

 

 

Levanto día a día objetos

Que solamente traen consigo lamentos

quejas y susurros abismales.

Levanto y escucho minuto a minutosus molestias.

El ring se acrecienta;

escucho sus tonos, sus diversas voces

todas juntas a la vez, todas contrapuestas.

Vislumbro sus máquinas, entre un vidrio escarchado.

Esparcidores de paciencia, ¡pienso!

De paciencia aumentada,

Agrupadores de presión, ¡digo!

Depresión en días de semana.

 

Los ojos dimensionaban mi pasado;

Un folclor tierno recién enseñado.

Unos toldos rojos que ubicaban

día a día mi provenir.

 

Escuchar sin querer, en domingo las sagradas misas.

Ver gente apurada transcurrir sus pasos.

El beso tierno que se quedaba a oscuras en un cuarto vacío.

Las palabras repetidas con voz rota.

En mi interior vacía y triste me sentía.

 

Un camino encharcado, que besaba mis pasos.

Sentir el lodo cubrir mis rodillas.

Ver ahora montañas desde muy cerca.

Descubiertos estaban mis miedos.

El fracaso me perseguía constantemente.

Ruindad por doquier, estaba perdida.

 

Entrar a ciudad de largos edificios.

Absurdas horas de entradas sin salidas.

La madera que se incrustaba en mis huesos.

Un elevador al piso de siempre.

El viento febrífugo que por un tiempo extrañé.

Las calles de los viernes de búsqueda sin sentido.

De subir la cabeza por sentirme perdida.

De amarrar mis palabras cuando me agredían.

 

Las nostalgias repetidas en una nota puesta en la pared.

Los percheros rotos donde se colgaban mis sueños.

Las noches sin descanso, los días sin sosiego.

 

Un amanecer opacado en llanto hasta el último mes solitariamente  quebrada.

Las ciudades en las que quedaron perdidos mis pensamientos.

Las mil y una Lágrimas penetradas en una grama en el mes de invierno.

Las horas prestadas, los días seguían sin tiempo.

 

Un amanecer diferente, ahora nacido, al fin permitido, pero absurdo.

Un amanecer tan diferente de arrugado corazón

desconsolado amanecer que con libro en mano y los mismos ojos cansados

ahora leen un diario olvidado.

 

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