Toda una vida

jorge enrique mantilla

Toda una vida

 

Han pasado los años, muchos inviernos, muchos amaneceres, muchos soles y muchas lunas primaverales

Se esfumaron aquellos gratos recuerdos de amores queridos ideales

Se marcharon aquellas vivencias, dejando sólo tenues y escalofriantes señales

Se volvieron amarillos y llenos de polvo los faroles y la belleza de sus cristales

Aquellos que alumbraban las noches oscuras, dejando penetrar sus rayos por los umbrales

Se llenó de maleza el camino que llevaba a la barraca de los mortales

Se cayeron sus techos de paja, llenando sus entrañas de matorrales

Se pudrieron sus maderas y los horcones que sostenían aquellas inmensas puertas y sus ventanales

Se secaron y se murieron los jardines que lo regaba con amor aquella mujer con la belleza de sus rosales

Se esparcieron y se perdieron los animales y el cántico de las aves con sus melodías musicales

Se escucha el sonido silbante y atronador del viento estruendoso, de ánimas fantasmales

Busco aquella señal de aquel amor, que me dejó colgada en uno de los corrales

Cae la tarde y se divisan aquellos hermosos arreboles, que arrebataban amores inmortales

La respiración se agita y el corazón se acelera recordando aquellos lugares de pasiones terrenales

Y allí detrás de una pared triste te tapia pisada, flotan al viento aquellas enaguas de fragancias preciosas conyugales

Se paraliza el cuerpo, se eriza el alma y el espíritu vuela dejando entrever aquellos amores demenciales

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Escucho sus risas, sus carcajadas y su voz trémula de gritos alegres y otros llenos de admiración y estupores

Corre presurosa ladera abajo entre hierbas y pastizales, dejando esparcidos los aromas de sus pegajosos sudores

Su cabellera larga ondea al viento, dejando entrever la libertad de sus salvadores

Va tan deprisa, qué sus enaguas se alzan, dejando ver el edén de sus paraísos encantadores

Me lanzo tras ella, tras aquel amor, como presa fácil de los furtivos cazadores

Voy tras aquella llamarada, que una vez prendía el pabilo de mis motores

La alcanzó cuesta abajo y rodamos juntos por labranzas olvidadas de los que huyeron sus labradores

No hubo palabras, ni fueron sueños, ni pesadillas de noches de soledades, ni de lágrimas de los soñadores

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Se marchó una tarde la mujer de mis amores, buscando otras ardientes felicidades

Huyó de mis brazos dejándome entre las sombras de mis soledades

Escapó buscando otros besos, otras pasiones, otras almohadas, otros brazos y otras emociones en sus acaloradas intimidades

Crucé cercas y alambrados, pueblos y caseríos tras sus fragancias, añorando las bellezas y sus vanidades

Me volví viejo canoso y arrugado, esperando con ansias, aquellos amores, aquellos besos de aquel amor, de aquel amado y apasionado querer y el talón de mis debilidades

Anduve por caminos áridos, espinosos y polvorientos entre sombras siniestras y otras barbaridades

Las lluvias azotaron mi cuerpo, con relámpagos, con rayos luminosos de sus ingratas y tormentosas tempestades

Agotado, sudoroso, flaco y horroroso, volví por mis tierras buscando recuerdos llenos de generosidades y antigüedades

Y me encontré entre paredes que las derrumbó la tristeza y las lágrimas de mis incredulidades

Entre afanes, busqué aquella señal que un día me prometiste en medio de mis perplejidades

Busqué tus pasos, tus huellas, pero las borró la maleza y la manigua y las azotó el viento en sus calamidades

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Y allí en medio de aquel rancho lóbrego, raído y triste, esperaba el reencuentro aquella mujer bella y maravillosa

La alcancé cuesta abajo y abrazados rodamos juntos con sus ojos saltones, de voces silenciosas, amorosas, de agitaciones nerviosas

Y allí cerca del riachuelo del manantial de amores, de tizones y de cenizas de llamaradas poderosas

Rasgué con fuerzas pasionarias las vestiduras y tus enaguas cayeron al río de peces, que saltaban de bailes graciosas

Aves y pájaros revoloteaban en los árboles cercanos con sus cánticos alegrando el encuentro con melodías preciosas

La tarde en su ocaso con sus arreboles fueron testigos de aquel recuerdo, de aquel reencuentro, de esta bella mujer, placentera y encantadora de belleza ardiente y caprichosa

Y pasaron las horas y nos agarró el sol de amanecida en pasiones vigorosas, de sudores pegajosas

Y le hice poemas y versos, que dibujé en su espalda y en sus pechos, como mi diosa del olimpo, ardiente y deseosa

Entre los dos reconstruimos aquellas paredes desvencijadas con nuevo techo de paja y con miradas de ensueños amorosas

Volvieron a florecer las rosas y todo el jardín se tornó florecido, con fragancias de aromas presurosas

La tierra volvió a germinar después de años de abandono y de tristezas de llantos y lágrimas gloriosas

Y allí agarrados de la mano, nos arropó una noche de lluvias huracanadas victoriosas

Me fui en mis sueños, sin el palpitar de mi corazón de respiraciones dificultosas

Luché por alcanzar nuevamente aquella mujer, por ese amor, por esas enaguas, por ese anhelado corpiño, por esas fragancias vanidosas del elixir maravillosa

No resistí tanta emoción, tanto querer, tanta espera, tanta esperanza de anhelos fervorosas

Me fui triste y acongojado, dejando nuevamente sola aquella hermosa y placentera mujer con aires de dama bella, primorosa, agradable y esplendorosa

Toda una vida buscando aquella mujer, aquel amor, aquel aroma y ahora que vivimos el reencuentro, voló mi alma al infinito y se acabó mi vida alarmante y tormentosa.

 

"Joreman " Jorge Enrique Mantilla- Bucaramanga mayo 28-2025

  • Autor: Joreman (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 28 de mayo de 2025 a las 13:40
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 5
  • Usuarios favoritos de este poema: ElidethAbreu
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