I
Me encanta como el relieve del ojo
vuestro, que tanto acecha
y tanto ofuscó los míos propios,
es mostrado tan puro.
Cantábate mil y más soliloquios
por saber qué escóndese en las pestañas
de tal ébano oscuro,
esas de tiras foscas
que acaban redondeándose en punta,
largas, magras y acabadas en filo,
filo luengo y de la color difunta,
¡y que de peligro es tan intranquilo!
No por ahora fatal
en sentido más real,
sino pensadlo como la tormenta,
que por no razonar se manifiesta
fundado en trastornos sobre la testa,
esa pasión que tanto me violenta,
tener amor por vos,
esa es mi perdición.
II
No gusta que no habléis,
porque como que parecéis ausente,
vistiendo ese hábito vuestro distante.
No gusta que calléis,
pues os mostráis como indiferente
y eso me hace sentir un rocinante
No me gusta que vos no aparezcáis
y entre zarzas y endrinos vaguéis,
como fugándoos de algo dañino.
Solo amparo que por bien comprendáis,
que por ningún mandamiento calléis,
ni os veáis esquiva ni en desatino.
III
Pensad en mía vida
como un amanecer que no amanece,
llegado a tal arte que se estremece
por cada hora traída,
y que detenidas yo las avisto,
y váyanse sin por aquí pasar
como si no las hubiese yo visto.
Esas horas, mujer,
veis son de raíz a vuestra dulzura.
Al endeble hombre que quiere creer
que vale su cordura
por esperar cambiar dolor por miel
me asemejo muy cerca,
soy de quien gusta de sufrir latigazos
en mi vítrea piel,
si es que los atronadores pinchazos
conviértense en amor, no en fatiga terca.
Pasada la tormenta
impórtame muy poco
qué se llevaron los rayos airados,
tan solo que yo sienta
si leve chispa yo la reciproco
me es suficiente para ser fijados.
IV
Muéstranse las lágrimas de la aurora
sosegadas en hojas,
con su dócil relieve
de agua conmovedora,
fulgurando cual nieve
que porta estancia breve.
Brillaron ellas tanto
que trasladáronse en mis tristes ojos
sus aguas relucientes,
y yo con tanto planto
que se fuesen los entes,
y sus equivalentes.
No causáronme ellas daño directo,
solo su empujón dieron,
porque vengo yo ya mal fabricado,
y padezco el efecto
del silencio pesado
que por vos parece ser encontrado.
Tan albo día como vuestra frente
y con todo sollozo,
pues no sé si encuentro oportunidad
en vuestro amor realmente,
por no saber si vuestra voluntad
quiere nuestra amistad.
V
Creo estar puesto en vuestra alegre vida
como un simple farol,
rielando en cada cadente ocasión
sin quizás ser partida.
No quiero por perdida
daros por frustración,
tanto me corroe el sentido amor
que ya póngome alerta enseguida.
Empero jugar a las cartas siento
sin fichas que apostar,
y aún jugando sin ado llegar
estoy creo contento.
No sé si veré escalera real
o mísera carta alta,
solo, al fatum rezar,
solo, lo que haga falta.
-
Autor:
angelinho (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 27 de mayo de 2025 a las 04:19
- Categoría: Amor
- Lecturas: 10
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z.
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.