POEMARIO CIUDAD: DESDE MI VENTANA

José Antonio Artés

La manzana, un vacío encuadrado sin alma,
encerrada en la geometría de cuatro muros.
Sus grietas repiten viejas crónicas sin nombre,
pero un rascacielos, a lo lejos, se yergue insolente:
un obelisco blanco de metal y vidrio,
promesa vertical que corta la línea del cielo.

Los cables se tensan como tratados silenciosos,
los muros convergen en un lenguaje preciso.
Aquí, la nostalgia no tiene residencia ni eco;
los ladrillos hablan en cifras,
en pesos que sostienen las estructuras,
en líneas diseñadas para evitar la grieta,
como si la vida pudiera fingir perfección.

Desde mi ventana observo el patio:
un engranaje trazado con exactitud.
Ropas sin patria, sombreadas por los toldos,
no ondean, se cuelgan, renuncian,
se ceden al viento,
vestigios que se descosen lentamente,
cuerdas que resisten la erosión del tiempo.

La costumbre avanza, siempre sutil,
descalza entre las ventanas.
En los muros cuelgan ecos de historias,
reflejos que apenas encuentran luz,
pero insisten en su mirada fija.

Desde aquí, todo es vértigo y pausa.
La ciudad, criatura de hambre infinita,
carece de dueño, de fronteras, de treguas:
vive, consume y se perpetúa,
hilando un laberinto de formas y sombras.


José Antonio Artés

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